- Eric -
Cargando el Jeep con gasolina, espere pacientemente aquella mañana mientras los dígitos continuaban aumentando en la bomba número doce. Rodeado de varios autos, acaricié mi cuello y bostecé, notando al instante como una Range Rover Evoque se detenía en el lado contrario a mi posición, haciéndome suspirar.
Un portazo, y su cuerpo curvilíneo no tardó más de quince segundos en acercarse hasta mi lado. La molestia bullía en cada uno de sus movimientos, y aunque a penas eran las siete de la mañana, aparentemente para ella eso no era un problema. Yo, en cambio, no estaba de ánimos para razonar de forma amable.
—¿Quieres decirme por qué demonios no contestas mis llamadas? —exigió, viéndome con atención y no de muy buena manera, cuando alzó una de sus cejas y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Es simple, Taycha, no me apetece hablar contigo. Aún sigo molesto, y ya me esta cansando el hecho de tener que estar repitiéndote lo mismo. —
—¿Entonces lo vas a acabar así? ¿Como si nada? —parecía sorprendida, con sus labios levemente separados, cuando sonrió sin chispa de gracia. —Pensé que la sinceridad entre nosotros valía de algo. Fui sincera contigo y ahora me gano tu desprecio. ¿Crees que es justo? —
Miré a ambos lados, notando de la manera tan curiosa en la que las personas a nuestro alrededor comenzaron a observarnos, cuando sentí que el tanque de gasolina se quejó una vez estuvo completamente lleno.
—Ese es precisamente el problema, Tay. Fuiste sincera conmigo por que estabas acorralada, no te quedó otra opción. Tu misma lo dijiste, no pensabas decirme nada y es por eso que te has ganado mi indiferencia. Además, según tu lista de prioridades, no soy lo suficientemente bueno para ti. —
—¡Por que sabia que sucedería esto! ¿Es que acaso no lo entiendes? El sábado estaba molesta, molesta por tu actitud, por la manera en la que me trataste. No puedes culparme de eso. —
Apreté la mandíbula, acomodando todo mientras la escuchaba despotricar y acercarse con molestia, cuando de manera automática la acorralé contra la carrocería, y exigí en un tono tajante a que cerrara la boca.
—¿Cómo carajo es que tienes la cara de llegar hasta aquí exigiendo alguna mierda? —le gruñí, alzando levemente la voz. —Fuiste tu la que dejo las cosas claras, soy un bueno para nada. ¿O es que aparte de mentirosa también tienes amnesia? —
—¡Lo único que quiero es que nos volvamos a ver otra vez! ¡Déjame arreglar lo que hice mal! —engrandeció los párpados, suplicante, sosteniéndome de los costados con firmeza para evitar que me alejara. —Se que dije muchas cosas... pero si me das la oportunidad... yo puedo compensarlo. Juro que no volverá a pasar. —comentó, bajando la voz poco a poco al dejar escapar el aire de sus pulmones. —No quiero perder tu amistad. Nos conocemos desde que somos unos niños... eso debe significar algo para ti. —
Negué, intentando alejarme levemente.
—Al diablo con eso, me confundes con tus jodidos cambios de humor. —
Sentí sus manos por mi cintura, y como con un pequeño gesto logró acercar su rostro al mío, sin dar opción a un rechazo. Mis labios respondieron a aquel inesperado beso, acostumbrados a aquel movimiento tan exigente y lleno de fuerza. Todo en ella era una maldita contradicción, y mentiría si dijera que todavía muy dentro de mi pecho no había cierto anhelo, una duda clara que se encendía en mi mente cuando me preguntaba por que no era capaz de darme una oportunidad para demostrarle que realmente valía mucho mas de lo que ella pensaba.
—Por favor, estaré aquí hasta el domingo, luego no regreso hasta la próxima semana. ¿Podrías... salir conmigo solo una vez? —murmuró, sin alejarse demasiado de mi rostro. —Siempre hemos podido arreglar nuestras diferencias. —
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ENAMORADO DE ELIANA © - ACTUALIZANDO
RomanceLista para celebrar sus veintitrés años, Eliana Corbin descubrió dos cosas que la iban a ayudar a no perder la cabeza. La primera, el amor no era más que sacrificios y malos ratos, todo el tiempo. Según experiencias ajenas, estar enamorada era inten...