- Eric -
Bajé la mirada, viendo cómo de espaldas el cuerpo flacucho y menudo de Eliana se mantenía tenso. Llevaba el cabello suelto, y comenzando a ser consciente de su olor dulzón, sentí el roce de las puntas de su larga melena sobre la piel desnuda de mis brazos. Mis manos se habían adherido en sus caderas, sosteniéndola con firmeza, y mientras caía en cuenta sobre la poca delicadeza de mis movimientos, relajé mis dedos, evitando de aquella manera causarle daño.
—Tienes que relajarte. —comenté, haciéndola girar sobre sus talones, acercándola hasta mi cuerpo al comenzar a bailar una melodía bastante lenta con la que habían iniciado.
—Seré honesta, un pisotón tuyo podría hacer que me enyesen. ¿Has visto lo grande que son tus pies? —preguntó con seriedad, logrando que me alejara lo suficiente como para verla atentamente con el ceño fruncido.
—¿Te fijaste en el tamaño de mis pies? —
—Si... es... una mala costumbre, lo siento.—agregó, huyendo a mi mirada de manera nerviosa al tiempo en el que dejaba caer su mano sobre mi bíceps.
Sonreí divertido, moviéndome sin esfuerzo alguno. Guardé silencio, por al menos cinco segundos, cuando no pude evitar fijarme en la estricta mirada de Taycha hacia nosotros y optando por ignorarla, como prefería hacer últimamente, me concentré en hacer las cosas bien.
—Sabes... nadie se puede relajar de esta manera. —escuchándola murmurar, sentí como el disgusto nubló mis pensamientos por un instante.
—Escucha, si no quieres, puedes volver a la mesa y embriagarte tú sola. —zanjé, molesto, alejándome lo suficiente para verla a los ojos.
—Podría. Y si es mucho antes de que tu amiga me saque los ojos, mejor. —volví a callarme, viendo como no parecía muy contenta por aquel hecho.
—No exageres las cosas... —
—¿Piensas que estoy exagerando? —
—Lo haces. Ahora, sigue bailando. —pedí, casi en una súplica, y viendo que ni siquiera se movía, haciendo fuerza para quedarse completamente quieta, suspiré.
—¿Quieres apostar? —cruzando los brazos sobre el pecho, subió las cejas.
—¿Eric? —
Cerré los ojos, maldiciendo mi mala suerte, y apreté los labios, escuchando como la voz de Taycha nos interrumpía. Giré sobre mis talones, mirándola a la cara sin disimular el mal humor y viendo que ella no estaba mucho mejor que yo, intenté pasar de largo.
—Déjalo estar, Taycha. —pedí.
—No, y una mierda. Tú y yo vamos a hablar, ahora. —exigió al detenerme, viendo a Eliana con atención durante cinco segundos. —Disculpa, querida, pero estas bailando con el hombre equivocado. —estiró la mano hasta sostenerme con firmeza, y viéndome a los ojos con ganas de desollarme vivo, comenzó a empujarme por el largo pasillo hacia la salida más próxima.
—A lo mejor no te habías dado cuenta, pero lo menos que quiero es hablar contigo en este momento. —agregué.
—Si, bueno, eso ya lo veremos. —
Observando, cómo al continuar caminando la cantidad de personas minimizaba considerablemente, tomé una larga bocanada de aire al tratar de no perder la paciencia. Varias meseras, nos esquivaron durante el camino, y siendo consciente de nuestra salida hacia el área de la playa, agradecí a Dios por la poca iluminación y lo mucho que nos habíamos alejado del bullicio. Llegamos hasta el final del largo camino de piedras, cuando vimos la enorme tarima a tan solo unos pocos kilómetros de distancia. Apreté la mandíbula, y logrando que quitara sus manos de mi cuerpo, di unos pasos hacia atrás.
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ENAMORADO DE ELIANA © - ACTUALIZANDO
RomanceLista para celebrar sus veintitrés años, Eliana Corbin descubrió dos cosas que la iban a ayudar a no perder la cabeza. La primera, el amor no era más que sacrificios y malos ratos, todo el tiempo. Según experiencias ajenas, estar enamorada era inten...