14. De tal palo tal clavo

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Notas preliminares:

Seguimos con lo feo.

Acá empiezan las palmadas en la frente al ver que Arthur no es muy bueno para seguir el "Arty, no hagas locuras"

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Esa mañana, el corazón se te hundió de angustia al despertar y notar que Arthur no se encontraba en el apartamento. Él ya no tenía trabajo, por lo que sólo se te ocurría un lugar al que debía haber ido con tanta urgencia luego de la revelación del día anterior.

Nada lograba quitarte esa desagradable sensación de que algo terrible podía ocurrir en cualquier momento, pero eso no te impidió ir tras Arthur. Si había un momento en el que necesitaba tu compañía era ahora.

- ¡Hola! ¿¡Hay alguien!?- Gritaste por enésima vez, agitando los brazos afuera de la enorme verja que rodeaba los terrenos de la mansión Wayne.

Ya estabas a punto de rendirte. No se veía un alma por los jardines, y si Arthur había pasado por allí, ya debía haberse ido o encontrarse dentro de la mansión.

De pronto, el nerviosismo te paralizó al notar abrirse las enormes puertas dobles y ver caminar hacia ti a un hombre de postura imponente, ataviado en un impecable traje de mayordomo.

- Buenas tardes, señorita- Te saludó con parsimonia.- ¿Qué necesita?

- Hola, buenas tardes. Quería ver al señor Wayne

- ¿Quién eres tú?- Preguntó él.

- Yo...soy-

- ¿Trabajas para el señor Wayne?- Te interrumpió.

- No...

- ¿Eres estudiante?

- Sí- Le respondiste con una sonrisa rígida.

- Dame tu credencial- Exigió, clavándote una mirada inquisidora.

Tú sólo pudiste obedecerle, y hurgaste apresuradamente en tus bolsillos hasta encontrar tus documentos y alargarle tu identificación de estudiante de la Universidad de Gotham a través de los barrotes.

- Yo te conozco- Declaró por lo bajo luego de examinarla, aunque con cierta duda en su voz

- ¿En serio?

- Sí...- De pronto, su vista se iluminó al releer tu nombre una vez más- Tú eres una de las beneficiarias de la beca Thomas Wayne

- Oh. Sí, es verdad- Admitiste en un suspiro de alivio.

- Pase por aquí- El mayordomo se movió a un costado para abrir la puerta lateral al portón con una llave que traía colgada a su cintura- Mi nombre es Alfred y soy el mayordomo de la familia Wayne.

Luego de que entraste al jardín, Alfred cerró la puerta detrás de ti y se adelantó para caminar hacia la mansión e indicarte el camino.Cuando alcanzaron la fachada del enorme edificio, viste a un pequeño de unos ocho o nueve años sentado en las escaleras de piedra.

- ¿Y tú? - Te agachaste para poder hablarle más de cerca al niño- ¿Eres el hijo del señor Wayne?¿Cómo te llamas?

- Bruce- Respondió él con timidez.

- Traje algo para ti, Bruce

- ¿Para...mí?

Volviste a hurgar en tu bolso y le entregaste esa pequeña cometa de papel con forma de pájaro, con el mayordomo vigilando atentamente cada uno de tus movimientos. El pequeño la recibió de tus manos, y en vez de quedarse quieto en la escalera caminó para seguirlos a ti y a Alfred.

Tu madre siempre te intentó meter en la cabeza la civilidad y los buenos modales, convenciéndote de que te sería muy útil cuando estuvieras tratando de conseguir un esposo millonario. Parte de ello era traer un regalo cuando ibas a visitar a alguien importante, y si no te alcanzaba el dinero, por lo menos algo para los niños de la casa.

- Es un Robin*- Le explicaste, complacida al ver a Bruce examinar el juguete con sumo interés- ¿Ves como no es necesario matar y disecar a un pajarillo para apreciar su belleza

- Disculpe las precauciones, señorita- Se excusó el caballero- Hemos tenido visitantes complicados esta mañana

- ¿Complicados? ¿A qué se refiere?- Le preguntaste, intentando disimular el mal presentimiento que te causó su observación.

- Un hombre que vino antes que usted se volvió agresivo

El estómago se te hundió de los nervios, suplicando mentalmente para que tus malos presentimientos no fueran nada más que una exageración.

- Ese hombre ¿Qué aspecto tenía?- Preguntaste, intentando sonar casual.

- Cabello largo, ojos verdes, muy delgado, y llevaba un saco marrón- El mayordomo detuvo su marcha y se volteó para interrogarte con la mirada- ¿Por qué la pregunta? ¿ Acaso usted lo conoce.

Tragaste saliva.

Jamás habrías podido avergonzarte de ser la pareja de Arthur. En cualquier otra circunstancia, no habrías tenido la menor complicación en admitir el tipo de relación que existía entre ustedes, pero algo muy dentro de ti te decía que sería preferible ocultarlo por esta vez.

- Se llama Arthur. Es mi vecino- Explicaste- No ha vuelto a su apartamento y su madre está preocupada

- Ya veo- Finalmente llegaron a la puerta, y Alfred dejó de vigilarte para concentrarse en encontrar la llave- Debería dejar de buscarlo. Claramente no está bien de la cabeza

- Él... ¿Qué hizo?

- Trató de ahorcarme

- ¿Pero que...? ¡Él no haría algo así!- Exclamaste.

La verdad habías dicho eso casi por inercia, sin pensar en tus palabras. Después de un segundo, comprendiste que no podías estar más lejos de la verdad: El Arthur que habías conocido hasta hace un corto tiempo atrás no sería capaz de comportarse con tanta violencia, pero el de ahora...

- Si sabe lo que es bueno para usted, aléjese de ese hombre- El mayordomo había dejado de buscar la llave de la puerta principal, y ahora te miraba con severidad- Él y su madre están completamente trastornados. No se puede creer en nada de lo que digan

Sin saber cómo, encontraste el valor para sostenerle una mirada dura y desafiante.

Su actitud lo decía todo, y probablemente sería la misma que tendría Thomas Wayne si llegara a cruzarse con Arthur. En tu pueblo natal, habías conocido demasiadas historias de terratenientes adinerados que no se responsabilizaban de sus hijos, y ya no podías estar convencida de que fuera algo que sólo ocurría en lugares desolados y rústicos como aquel.

- Disculpe las molestias. Creo que mejor me voy de aquí- Declaraste, desviando la vista hacia la verja de salida.

- Me parece bien- Respondió cortante, poniéndose en marcha de inmediato para llevarte hasta la salida.

Una vez afuera de la verja, mientras Alfred te observaba para asegurarse de que te fueras, giraste la cabeza una última vez hacia los jardines de la mansión Wayne. Allá lejos, semi oculto tras un seto, y a espaldas del mayordomo, estaba el niño con su cometa en la mano. Al notar que lo observabas, levantó su mano y la agitó en señal de despedida. Tú le devolviste el gesto sin preocuparte por la mirada de reproche que te clavó el mayordomo, sin duda pensando que te burlabas de él.

Ya habiendo desaparecido de la vista del mayordomo, te sentaste a descansar unos momentos, suspirando de aflicción ante lo tenso de la situación. No tenías la menor idea de dónde podía encontrarse Arthur, y terminaste decidiendo que lo mejor sería regresar a tu apartamento y esperar a que él te buscara.

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Notas al margen:

Entre un esposo millonario y un esposo Arthur preferiría lo segundo. Creo que mi madre no estaría feliz con mis prioridades.

Vecinos [Joker x Lectora]Where stories live. Discover now