Casadas sin hijos

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POV Lena

Estas últimas semanas, una inquietud creciente ha estado germinando en lo más profundo de mi ser. ¿Realmente deseo ser madre? Para mi sorpresa, descubrí que anhelaba esta experiencia más de lo que podía haber imaginado. Sentía la urgencia de compartir este descubrimiento con Sam, de abrirle las puertas de mis pensamientos y emociones más íntimas sobre el deseo de formar una familia juntas. Visualizaba con claridad la imagen de un niño o una niña corriendo por nuestra casa, escuchando sus risas y secando sus lágrimas. El instinto maternal comenzaba a brillar en mí con una intensidad abrumadora. Ya era hora de abordar este tema con ella.

Llamada

S: Lena, ¿qué pasa?— respondió Sam con preocupación al otro lado de la línea.

L: Sam, necesito hablar contigo.

S: Claro, dime.

L: Esto... deberíamos discutirlo en persona.

S: De acuerdo. Me estás asustando, no es para pedirme el divorcio, ¿verdad?

L: ¿¡Qué!? No, por supuesto que no.

S: Está bien, llegaré en....— hizo una pausa. —...15 minutos, te amo— dijo y cortó.

Mientras esperaba su llegada, fui a buscar un vaso de agua.

—Sí, volveré a casa mañana— entró mi madre en la cocina. —No contestes sus llamadas... Sí, yo me encargo. Te veo mañana.

—¿Quién era?— pregunté por curiosidad y ella suspiró pesadamente.

—Era Charlie, parece que Lex lo ha estado llamando varias veces pidiéndole dinero.

—¿En qué lío se habrá metido ahora?

—Lo averiguaré mañana.

Unos minutos más tarde, Sam había llegado. Entró en la cocina y se acercó para besarme.

—Voy a preparar mis maletas— dijo Lillian con amargura, antes de desaparecer.

—¿De qué querías hablar?— preguntó Sam.

—Vamos a la sala.

No sabía cómo abordar el tema que había estado rondando en mi mente. Necesitaba hacerla sentir cómoda con esta conversación tan seria y, tal vez, delicada. Nos sentamos y Sam parecía impaciente por saber qué tenía que decirle.

—¿Y bien?— colocó su mano sobre mi pierna, dándome fuerzas para comenzar.

—Sam, ¿qué piensas sobre tener hijos?— hubo un momento de silencio que pareció eterno. ¿Era tan difícil para ella responder a esa simple pregunta?

—Bueno... son una gran responsabilidad. ¿Por qué preguntas?— tomé su mano entre las mías.

—Quiero que ambas tengamos un hijo.

—¿Un hijo?— la sorpresa se reflejó en su rostro ante mi confesión y se puso de pie.

—Sí, amor. Es algo en lo que he estado pensando durante semanas. Creo que es hora de dar el siguiente paso, ¿no crees? Tu padre estará encantado cuando se entere, dejará a un lado su enojo, te perdonará y seremos una familia más unida que nunca.

—Lena, yo...

—Por supuesto, debemos discutir si optamos por la inseminación artificial.

—Lena...

—O tal vez la adopción. Podríamos elegir a un niño o una niña con tus rasgos...

—Lena...

—Aunque pensándolo mejor, la inseminación parece la mejor opción para tener más control sobre la experiencia.

𝑺𝒆𝒈𝒖𝒏𝒅𝒂 𝑽𝒆𝒛 | 𝑆𝑢𝑝𝑒𝑟𝑐𝑜𝑟𝑝 𝐴𝑈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora