Un corazón roto

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POV Kara

Otro día, sola, sin nada importante que hacer. Viendo lo mismo una y otra vez en la televisión. Apesta estar encerrada en mi casa. Apagué la tele, y decidí volver a mi habitación para tomar la cuarta siesta del día. Hasta que golpes en la puerta interrumpieron mi andar. Solo esperaba que no fuera... Sí, ahora me arrepentía de haberle abierto la puerta.

—No debí enamorarme de un desconocido a la ligera, ¿por qué soy así?— dijo mientras entraba para luego sentarse en el sofá.

—Me pregunto lo mismo, pero al parecer no hay respuesta para eso.

—Kara, lo siento mucho, enserio. Por mi culpa pudiste haber muerto, y viviría con eso toda la vida. No puedo creerlo. ¿Cómo pude? Lo siento, no tenía idea, yo...

—Está bien, todo está bien ahora. Yo sé que no fue tu culpa. Tranquilízate, ¿sí? Ya han pasado tres días de lo sucedido y tú aun sigues así. Yo estoy bien y él está en la cárcel, ¿de acuerdo? Ahora te traeré un vaso de agua, esto tomará algo de tiempo.

Era el tercer día que Imra venía a tocar a mi puerta a pedir perdón por lo que me pasó. Y le repetía una y otra vez que no había sido su culpa, que ella no sabía nada acerca de lo que podía pasar. Ni siquiera yo, que ni recordaba al tipo.

Ya mañana volvería a mi vida normal, en la que no incluya estar encerrada en mi casa todo el día, sin nada más que hacer y una Imra toda llorosa y mocosa en el sofá de mi sala. Mañana volvería de vuelta al hotel. Luego de dos largas horas de lágrimas de parte de Imra, por fin se había ido. Ahora me lo pensaría dos veces para ir a Saturno esta semana. Tan rápido como se fue Imra, Alex entró por la puerta.

—Acabo de lograr que Imra se fuera y ahora llegas tú. ¿Qué necesitas de mí? — ella solo me ignoró, entró a la cocina, buscó dos cervezas y se sentó junto a mí en el sofá. Abrió la suya y bebió, no soltó la botella hasta que la acabó toda.

—¿Quieres otra? Iré por más— dijo y me dejó sola para volver a la cocina por cuatro botellas más. Abrió otra, pero esta no la vació de una, apenas llegó a la mitad.

—¿Me dirás que pasa? ¿Por qué vienes a mi casa a robarte mis cervezas?

—Ah, ¿no puedo venir a tomar unas cervezas aquí, pero tú si puedes ir a mi casa a comer todo lo que te plazca?

—No estamos hablando de mí, sino de ti. Ahora cuéntame, ¿qué pasa?

—Estoy enojada contigo, Kara Danvers.

—Lo sé, odio cuando usas ese tono conmigo. Y te perdono.

—¡¿Hablas enserio?!

—¡Ya perdón!

—Sabes que reacciono de esa forma cuando pasa algo parecido a ya sabes que... Kara, me preocupo mucho por ti y como la hermana mayor es casi una carga andar con el presentimiento de que algo malo te pase y no me lo perdonaría jamás si algo llegara a sucederte.

—Lo sé, por eso te quiero tanto, así con todo tu carácter serio y agresivo— acosté mi cabeza sobre su hombro y la abracé. —¿Me perdonas por haber sido tan idiota? — no pude evitar hacer un puchero.

—Sabes que siempre lo hago. No puedo durar tanto tiempo enojada contigo— respondió, luego de la reconciliación entre hermanas, pregunté por qué su repentina presencia en mi casa.

—Bien, si estás con los ojos rojos e hinchados no quiere decir que viniste llorando por una disculpa de mi parte. Dime, ¿qué pasó, Alex?— se tomó su tiempo, como si estuviera buscando las fuerzas para poder decirlo.

—Maggie terminó conmigo— para nada tenía pensado que diría algo como eso, incluso pensé que sería relacionado al hotel. Pero Maggie le terminó a mi hermana.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Me dijo que nuestra relación era tóxica, que eso era lo mejor. Kara, no quiero que se vaya, yo la amo. Quería casarme con ella, incluso ya había comprado el anillo, pensaba proponérselo esta semana y de la nada me dice que lo nuestro no estaba funcionando. Llevamos cuatro años de noviazgo, Kara. Para nada sentí que la relación estaba siendo tóxica. Cuando dijo eso sentí como si todo este tiempo no hubiera sentido nada por mí, como si todo hubiera sido fingido.

Maggie y Alex habían pasado por esto anteriormente, esta era la tercera vez, si no me equivoco. Maggie volvería. Volvería pidiéndole perdón. Lo sé, ella es así. Dice que necesita un tiempo, pero al final vuelve por Alex.

—Vamos, déjalo salir. Todo se resolverá, Maggie volverá.

—Es definitivo, Kara. Ella no lo hará, no esta vez. Sacó todas sus cosas de la casa. Ella se fue, Kara, se fue.

Se tiró a llorar en mi pecho. No sabía cómo actuar en estos casos, ella es la de los sabios consejos, no yo. Debería pensar como ella, ayudarla a sanar en este proceso. ¿Qué diría ella si yo estuviera en su lugar?

—Todo estará bien, no llores por alguien que entonces no vale la pena. Alguien más llegará y te hará sentir mejor.

—Sé lo que haces. No intentes robar mi puesto, Kara.

—Lo siento, es que lo necesitas y...

—Solo necesito a mi hermana, no necesito un fallido intento de copia mía. Yo doy los consejos y tú solo abrazas.

—Espera, ¿dices que no sirvo? — pregunté indignada.

—Para dar consejos eres una basura, pero si eres excelente para dar abrazos de peluche.

Bueno era cierto, podía abrazarla. Siempre se sentía mejor cuando lo hacía. Lograba calmarla después de un rato.

—Entonces, ¿eso es lo que soy para ti? ¿Un osito de peluche el cual puedes abrazar todas las noches mientras se te salen los mocos? — pregunté con una sonrisa, sabiendo que era una forma de ayudarla a sentirse mejor.

—Vamos, Kara. Es lo que necesito ahora— respondió.

Nos abrazamos con fuerza, compartiendo ese dolor y tristeza que estaba sintiendo Alex en ese momento. A pesar de nuestras diferencias y discusiones, siempre estábamos allí la una para la otra cuando más lo necesitábamos.

Pasamos el resto de la tarde juntas, hablando sobre todo y nada a la vez. A veces, el simple acto de estar junto a alguien que te comprende puede ser la mejor medicina para el corazón roto.

—Recuerdo cuando éramos niñas y solíamos pensar que nada podría separarnos— dijo Alex, con la mirada perdida en un recuerdo lejano.

—Sí, éramos inseparables, todavía lo somos— respondí, apretando su mano suavemente.

—Gracias, Kara. Necesitaba esto. Necesitaba a mi hermana— dijo, limpiando las lágrimas de su rostro.

—Sabes que siempre estaré para ti, Alex. No importa lo que pase.

Pasamos el resto de la noche en silencio, disfrutando de la compañía mutua. Sabía que no podía hacer desaparecer su dolor, pero al menos podía estar allí para ella.

Al día siguiente, me levanté temprano, sintiéndome más animada. Decidí que era hora de volver al hotel y retomar mis responsabilidades. Además, extrañaba a Lena y a Lara. A pesar de todo lo que había pasado, estar con ellas siempre me hacía sentir mejor.

Me vestí rápidamente y salí de casa, llegando al hotel en poco tiempo. La familiaridad del lugar me reconfortó y me recordó por qué amaba tanto mi trabajo. Caminé por el vestíbulo y saludé a algunos empleados con una sonrisa. Todo parecía estar en su lugar, funcionando sin problemas. Me sentí aliviada de estar de vuelta.

𝑺𝒆𝒈𝒖𝒏𝒅𝒂 𝑽𝒆𝒛 | 𝑆𝑢𝑝𝑒𝑟𝑐𝑜𝑟𝑝 𝐴𝑈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora