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«Buenos días errantes del desierto, siendo las diez, el día recién empieza pero la radiación golpea como si no hubiera un mañana. Mejor guardarse, estimados. Noticias llegan desde la ruta hacia el Cañón Púrpura en la Zona 3: una plaga de Draculoids quisieron pasarse de listos pero Soda Storm y su piño los detuvieron justo a tiempo, así que cuidado con los cuerpos en la ruta. Esta jornada tendremos comida en el DINE y el agua parece evaporarse de las expendedoras, así que a apurarse correcaminos. Grandes oleadas de estática azotan los transmisores y se habla que los hippies de la Zona 4 están intentando convertirla en energía. A propósito, se avecinan posibles tormentas eléctricas y quizá algo de lluvia ácida durante la semana, por lo que de cuando en cuando presten atención al cielo y busquen pronto un refugio a no ser que quieran morir deshechos. Y un último recado antes que la estática me calle: ¿han visto esos cactus naranjos que hay esparcidos cerca de los caminos? Mejor ni acercarse a ellos porque tienen más ojos que agua. Este es Dr. Dea... fying... d... ad...iós.»

Silencié la radio apenas comenzó a chirriar sin control. Con un golpe de puño abrí la guantera frente al asiento del copiloto y escarbé a ciegas entre las cintas sueltas que había dentro, hasta agarrar alguna que me convenciera al tacto. «Mad Gear and The Missile Kid / 018» alcancé a leer en el lomo mientras insertaba el cassette dentro del estéreo. Puse play sin rebobinar, por lo que la música comenzó a brotar de manera abrupta a través de los viejos parlantes de mi todoterreno que se remecía con el suelo agreste del desierto.

Conduje cerca de media hora hasta finalmente avistar la casa de Priest cerca de la frontera entre las Zonas 5 y 4. Se trataba de un viejo conocido al cual siempre le intercambio herramientas o partes de máquinas por comida, ya que me quedaba mucho más cerca que ir hasta la Zona 3 donde se encuentran la mayoría de los puntos de abastecimiento. Al bajarme de mi vehículo, me coloqué un amplio pañuelo sobre la cabeza y entrecruzado en el cuello, para intentar recibir el menos sol posible en mi cara. Odiaba el sol y la radiación. Por lo mismo, caminé a paso veloz hasta el porche de la casa y golpeé con fuerza.

—malas noticias, pequeña—dijo Priest abriendo la puerta pero dejando la mosquitera entre nosotros.

Vestía una bata blanca, la cual daba la impresión de que mi llegada lo había despertado. No obstante estaba usando su máscara de oso como siempre. ¿Será que duerme con ella puesta incluso? Vaya fenómeno.

—no me vengas con cosas.

—estoy corto de latas, lo lamento.

—tus lamentos no me dan de comer, Priest—resoplé—¿ni siquiera una?

—nada que pueda hacer por ti, pero ya sabes, Dr. D. dijo que hoy hay comida en el DINE, ¿por qué no vas allá?

—porque tengo que atravesar la Zona 4 por completo para llegar y de vuelta lo mismo, incluyendo la 5 también. Además... quiero evitar ese antro de niños que creen que son alguien por tener un arma en la cintura y el pelo de un color extravagante, qué basura.

—los años pasan, quizá te haría bien respirar algo de aire joven—rió Priest.

—vaya quien lo dice, pero ni modo—me encogí de hombros, dándome media vuelta para volver a mi vehículo—espero no me defraudes para la próxima.

—el desierto proveerá—lo oí decir al mismo tiempo que hice rugir el motor para salir de su propiedad.

A pesar de la decepción por no haber logrado mi cometido y, por el contrario, ir en tierra derecha hacia un lugar que me provoca urticaria, me quedó dando vueltas en la cabeza el hecho de que cada vez el tiempo parece correr más rápido. La juventud ya no parecía tan eterna como creía que era, porque «los años pasan», como dijo Priest con su tono de resignación.

The Future is Bulletproof || Gerard Way Danger DaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora