Rumores pt. 2

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Paseé la mirada entre los cinco Dracs que se erguían frente a mí. Al hacerlo, me percaté que dentro de la van aún quedaba gente, lo más probable Scarecrows o una segunda unidad de Dracs listos para atacar cuando derribase a los primeros. Aparentemente la fiesta iba a estar más concurrida de lo que imaginaba. ¿A qué se debía tanto alboroto? Sabía que el último tiempo los agentes de B.L.I. estaban más locos que de costumbre, pero verlos en la Zona 4 casi llegando a la 5 era un límite que jamás pensé que cruzarían. Por lo general deambulan entre la 1 y la 3, de ahí en más el desierto siempre ha sido hasta cierto punto tierra de nadie. ¿Será que la corporación ha localizado a Light y están buscándola? Demonios.

De cualquier forma, era hora de comenzar el espectáculo.

Disparé al Draculoid que estaba más lejos en una pierna y, aprovechando la distracción, tomé por el cuello al que tenía más cerca para usarlo de escudo, torciéndole un brazo para hacerle botar su arma. Los tres restantes apuntaron en mi dirección, pero no dispararon.

—¡ayúdenme, inútiles!—gritó mi prisionero.

—shh, preocúpate de respirar, así duele menos—le dije al oído.

Disparé y derribé a otro de un tiro en la rodilla. Uno menos. Los dos que quedaban en pie frente a mí, parecieron retroceder.

—hey, no sean tímidos y-

El rugir de unas motos me interrumpieron. No alcance siquiera a girarme en dirección al ruido, cuando unas greñas blancas pasaron frente a mí, atropellando a uno de los Dracs. Genial, lo que faltaba. Resoplé hastiada ante tamaña pretensión de figurar, así como también de la idea de tener que volver a lidiar con ese tal Val Velocity otra vez. Era oficial: este día estaba siendo un completo delirio.

A ratos el desierto parecía ser un lugar muy pequeño.

—esa estacionada estuvo un diez—gritó su amigo de pelo rosado bajándose de la moto.

—parece que llegamos tarde—añadió el chico de cabello celeste, haciendo un ademán en mi dirección.

Descargué mi enojo contra el Draculoid que tenía entre mis manos, lanzándolo al suelo y noqueándolo como si se tratase de aquel payaso de pelo blanco. Terapia, básicamente.

—vete de acá, niño—le dije agachándome para esquivar el golpe del último Drac en pie.

—estos son tiempos para compartir, ¿no crees?

—¿contigo?, ni el aire que respiro.

Cruzamos una mirada tensa, a pesar que a lo lejos, emergieron de la van dos Scarecrows.

—¡esos dos son míos!—grité pateando a un lado el Draculoid que acababa de tirar al suelo, para correr en dirección a mis nuevos objetivos.

—¡perra egoísta!—vociferó Val.

Hice caso omiso a sus palabras, dejándolo atrás para esconderme tras una roca de los disparos de los Scarecrows. Me di un momento para respirar. El choque de los lásers contra las piedras llenaba el ambiente, no dejaba ni un segundo para asomarse a contraatacar. Le subí la potencia a mi blaster, sabía que los dos que quedaban iban a ser más duros que con los que ya había acabado. Me concentré, sintiendo todo lo que había y ocurría a mi alrededor, conectándome con cada partícula de polvo suspendida en el aire. Hasta que supe que era el momento indicado para salir de mi escondite.

Dos tiros perfectos.

El silencio volvió al desierto. Esa siempre era mi parte favorita de las batallas: cuando el caos se apaga y por un segundo escuchas el eco del último disparo, como un alma abandonando su cuerpo. Le bajé la potencia a mi arma y me dirigí a los dos cuerpos que yacían aún humeantes. Les quité las armas y las máscaras, para auto-recordarme que detrás del disfraz, fuera del color que fuera, todos eramos humanos. Nada de lo que acababa de hacer era digno de celebración, por lo que siempre acostumbraba a recolectar las máscaras de los caídos para dejarlas en el buzón de la Bruja Phoenix y que de algún modo pudiesen encontrar paz.

The Future is Bulletproof || Gerard Way Danger DaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora