Tregua

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—¿e-es en serio?—balbuceó Party—¿d-de verdad... eres tú?

—eso trato de explicarte—suspiré aliviada al ver que ya no me apuntaba con el arma.

—¿cómo...? ¿cómo puede ser posible?—hizo el gesto de querer tocar mi rostro, pero se arrepintió al ver que instintivamente me hundí para evitar que lo hiciera.

Cielos, estaba actuando como un maníaco hasta hace un par de segundos atrás, obviamente tuve miedo de lo que fuera a hacerme; y de hecho lo tuve hasta que me enderezó, volviendo a dejarme sentada sobre la silla, mirándome, absorto en algún lugar de su cabeza. Me tomé aquel lapso para analizarlo por milésima vez y terminar de convencerme que, a pesar de lo retorcida, esta era la realidad.

El ruido de sus pasos desapareciendo por un instante me sobresaltó, para un segundo después volver con mi máscara en sus manos, la cual con torpes gestos colocó sobre mi cara. Todo, en el más sagrado de los silencios. Volvió a contemplarme un segundo y, acto seguido, se largó a llorar, dejando caer la cabeza sobre mis piernas. Sus fuertes sollozos hicieron vibrar mi cuerpo por completo, terminando de destrozar mi ya débil corazón. Deseé darle un abrazo para intentar consolarlo, pero seguía atada a la silla, por lo que lo único que pude hacer fue acompañarlo en su llanto.

En cierta forma, sentía que había tocado fondo.

—¿de verdad me olvidaste?

—sí... tu rostro... tu rostro no podía recordarlo—musitó—sólo tenía tu nombre en mi cabeza.

—¿cómo?

—no lo sé

—entonces, ¿cómo reconociste mi máscara?

—solo vino a mí cuando la vi amarrada a tu cintura, junto con la otra...

—¿sabes de quién es?

Party guardó silencio por un instante y me miró como si le costara, o más bien le doliera, pensar.

—¿mía?—preguntó.

Ante eso, no me quedó más que hacerle la pregunta que más temía:

—¿sabes quien eres?

—solo mi nombre—agachó la vista—de cuando en cuando vienen imágenes del desierto a mi cabeza, pero en general todo está en blanco.

Dicho esto, volvió a quebrarse, dejándose caer al suelo. Yo tampoco pude contener las lágrimas tras escucharlo hablar y darme cuenta que en verdad él estaba sufriendo, solo, perdido, sin ningún recuerdo para refugiarse de la desesperanza. Sin ningún recuerdo de todo lo que vivimos juntos y con los chicos. ¿Los recordará? Pensé en preguntarle, pero quizá podía enloquecer, considerando que a duras penas logré que me reconociera como la Melanie que su cabeza le nombraba.

En vista de ello, preferí guiar la conversación hacia él, luego encontraría una forma de recordarle todo lo que había olvidado, pero primero debía saber en qué situación se encontraba.

—¿recuerdas qué te sucedió? ¿cómo llegaste acá?

Antes de responder, suspiró, secándose las lágrimas que aún quedaban en sus ojos.

—desperté un día dentro de una bolsa blanca, vestido con un traje del mismo color, no sé en qué lugar, pero lejos de acá y simplemente me puse a caminar. Pensé que llegaría a algún lugar conocido o que de alguna forma podría saber quién era y cómo había terminado dentro de la bolsa, pero nada ocurrió, así que no me quedó más que seguir andando hasta que di con este lugar abandonado que ahora uso de refugio.

—¿qué es?

—por lo que he logrado descifrar, es un búnker que alguien armó para sobrevivir una apocalipsis, o algo por el estilo, porque hay una bodega llena de comida enlatada y bebestibles, gracias a eso he sobrevivido.

The Future is Bulletproof || Gerard Way Danger DaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora