Me mandas al carajo, por la simple y sencilla razón,
de que no ocupo tus playas y llanos,
porque vivo en lo más lejano de la lontananza.
Vivo en lo más alto de esta montaña, donde nace la blanca,
y espesa niebla, la que hoy desciende hasta los ríos,
que ni tu ni nadie apreciar han podido. Me odias porque no vivo en tu ciudad,
la cual llaman eterna primavera y, porque en la punta de esta montaña,
solo me acompaña la pálida niebla.
Te quiero, y me dices que mi estrato social es bajo,
Y yo aun no entiendo el porqué, sí vivo en el lugar más alto.
Te quiero, pero me cortas en dos con esa mirada de desprecio;
dices que estoy frío. Lo que no sabe es que, en esa primavera infernal,
Hay otros que mueren por habitar, los lugares más fríos de la lontananza.
Porque no les basta que, en la ciudad de la eterna primavera,
siempre llueva. Quiero verte,
y dices que vivo Muy lejos, y mis bolsillos no son de oro,
para llegar hasta tus aposentos.
Pero no sabes que, en estos empinados caminos,
en un día de fuertes lluvias podría construir un barquito,
y desde un pequeño puerto y
entre arroyuelos desciendo,
hasta la playa en donde maquillas tu piel con uno de esos tantos productos raros.
En la ciudad de la eterna primavera
siempre llueve.
D. Alexander M. G.
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Fugaz instante (timón del momento)
PoezjaPoemas que han nacido pequeños y delgados, entre frías y cruzadas banquetas, de un parque de hojas secas, en presencia de las huellas de la lluvia, el paso tranquilo de la noche, entre cuchillas y garganta. Otros por cargar a sus hombros la prisa, d...