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N/a

Disculpen que me demoré un poquito con el capítulo, siempre es que se me presentan cosas y me impiden escribir. Como siempre, gracias por acompañarme con la historia. ¡Disfruten de la lectura!


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Itziar se despertó acostada en su cama encima del montón de ropa, con los párpados pesándole toneladas y la cabeza a punto de estallar. Solo fue despertarse para que los recuerdos de lo que para ella había sido la peor desgracia de su vida volvieran a su mente. Tomó su celular y vio que era domingo y empezaba a atardecer. Se había tomado un par de cervezas que tenía guardadas en la nevera y había pasado el resto de la noche del sábado llorando junto a su oso Pipo. Al amanecer se había quedado dormida, estirada encima de la ropa, sola y miserable como se sentía. Sintió unas enormes ganas de seguir llorando pero tal vez sus ojos se habían secado, pues no le salieron más lágrimas.

Sólo una cosa le interesaba. Hablar con Roberto o al menos saber cómo estaba, saber si estaba bien. Intentó llamarlo pero continuaba bloqueada. Resignada, empezó a arreglar un poco el apartamento y cuando ya el sol se había ocultado por completo su celular sonó. Era un amigo en común de Roberto y ella, Juanpe, que llamaba a darle una noticia.

Ella nunca había sentido tan cierto ese dicho de que "las cosas malas nunca vienen solas" tanto como en ese momento. Roberto había sufrido una intoxicación por alcohol y estaba en el hospital, causando que la culpa y el remordimiento en su corazón crecieran y causarán heridas profundas.

Cortó esa llamada con la mente llena de confusión, pero si de algo estaba segura era de que necesitaba una mano amiga. Alguien con quien hablar, aunque no pudiera contarle nada. Alguien con quien poder olvidar por un rato todo lo que pasaba. Llamó a Mario y le preguntó si podía venir a verla. Él accedió a ir con gusto y en una hora estuvo ahí, hora que ella aprovechó para ducharse y terminar de ordenar el desastre que Roberto había dejado.

Cuando vio a Mario parado en el umbral de su puerta, se abalanzó sobre él rodeándolo en un estrecho abrazo. Él le correspondió con cariño besándole la cabeza, notando que había algo que la atormentaba.

Itziar lo invitó a seguir y le ofreció un café, esperando que no se hubiera olvidado de ordenar ningún espacio y él no sospechara del desastre que había sido su apartamento momentos antes.

Se sentaron juntos en el sofá y empezaron a charlar. Él comentó distraído acerca de lo que había hecho durante el fin de semana mientras miraba con curiosidad alrededor, pues era la primera vez que estaba ahí. Ella le escuchó decir algo acerca de un deporte, y luego sobre comida o algo parecido, pero su mente divagaba. Se imaginaba a Roberto perdido, tomando alcohol, llorando, enfermo, solo. ¿Por qué él había tenido que conocerla? ¿Por qué ella tenía que haberle hecho tanto daño?

Y por otro lado se imaginaba a Álvaro disfrutando de su paseo familiar, sonriendo junto a sus hijos y su esposa, siendo feliz sin detenerse a pensar que mientras tanto ella lo extrañaba, que en su cabeza solo volvían y volvían las palabras de amor que él le había dicho y que ahora no le parecían más que mentiras, que mientras él reconstruía su hogar el de ella se derrumbaba, que Roberto se intoxicaba con alcohol y ella lloraba hasta quedarse dormida. Maldijo el día que conoció a Álvaro y que su torpe corazón se había enamorado de él, maldijo el día que le dijo que lo amaba, maldijo las caricias y los besos que le dió. Lo maldijo a él porque había llegado a joderle la vida y luego sin más, había seguido su propio camino.

- ¿Estás bien, Itzi? - preguntó Mario dejando su taza de café en la mesa. - ¿Me estabas escuchando?

- Sí, sí, Mario, solo me distraje un momento. - Itziar se sonrojó ligeramente por ser tan mala compañía para él, pero en realidad en ese momento no se le daba bien escuchar.

Locura || Itziar y Álvaro ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora