Locura || Itziar y Álvaro ||

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N/a
Disculpen la tardanza. Trataré de no demorar mucho con el próximo capítulo. Gracias por seguir la historia.

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El corazón de Itziar pareció detenerse al sentir la barba de Álvaro picándole las mejillas mientras la besaba. No sabía cómo había sido capaz de estar sin él tantos días, de estar sin sus besos, sin sus caricias, sin escuchar su voz tan cerca de sus oídos, sin poder tocarlo y sentir el calor de su piel. Abrió los ojos y sonrió contra sus labios, sintiendo que tocaba el cielo con las manos solo con ver los párpados de Álvaro y las leves arruguitas que se formaban alrededor de ellos cuándo él también sonreía. Lo sintió tan suyo, tan entregado en las sutiles caricias que le daba con la lengua en sus labios, tan concentrado en sentirla como ella también trataba de hacer.

No había cosa que quisieran hacer más en el mundo en ese momento que poder perderse en el cuerpo del otro. Las manos buscaron sitio por debajo de la ropa y acariciaron la piel desnuda provocando suaves gemidos a ambos. Álvaro pronunció varias veces el nombre de Itziar mientras olía su pelo y acariciaba su abdomen. Ella creyó que nunca le había gustado tanto su propio nombre como ahora dicho en la voz de Álvaro. Todos sus sentidos se agudizaban y en su mente trató de memorizar cada detalle de él al hacerle el amor. Cada pequeña peca de su piel, cómo sus músculos se endurecían cuando él la acariciaba con fuerza, sus labios húmedos, sus manos que le tocaban muy sutilmente el cabello, su respiración agitada, su sonrisa, esa que soltaba cada que ella se movía para sentirlo más profundo en su interior una vez él estuvo ahí. Grabó cada detalle como un tatuaje en su piel y, sin importar lo que pasara, esos recuerdos quedarían por siempre en su memoria, como cada vez que había hecho el amor con él, porque siempre lograba que fuera diferente. Siempre lograba dejar una impresión diferente en ella, y ésta vez era una de suavidad, de dulzura. Al alcanzar el orgasmo no se sorprendió de que no fuera solo físico. Era una sensación que se desbordó desde su cuerpo en forma de espasmos hasta su alma dándole una sensación de plenitud, de libertad y al mismo tiempo de pertenencia, como si de alguna forma sus cuerpos se hubieran pertenecido y esperado toda la vida. Casi como si hubiera vivido todo el tiempo hasta ahora solo para llegar a ese momento, a esa explosión de placer corporal y espiritual. Su cuerpo tembló y no supo si fue por el orgasmo o por el miedo de no volver a experimentar de nuevo un momento como ese. Todo se volvió insignificante cuando ella vio que él abría los ojos y la miraba a los suyos directamente como tratando de hablar sin palabras, de transmitir que él estaba sintiendo lo mismo. Dejó caer su cabeza en el pecho de Álvaro y tomó aire profundo para recuperar la estabilidad de sus latidos y de su respiración.

En realidad Itziar no supo cuánto tiempo se quedó ahí, con la mejilla pegada al pecho de él. Hubiera querido que los relojes del mundo se detuvieran, evitar que los minutos pasaran y acercaran cada vez más el momento de despegarse de su piel, pero luego olvidó todo eso y se dedicó a disfrutar de esos minutos, a vivir uno uno esos segundos que la vida le había regalado junto a él.

Ella volteó a verlo y se encontró con que él ya la estaba mirando. Sus mejillas enrojecieron, pero no desvío la mirada.

— ¿Te digo algo pero no te pones brava? — preguntó Álvaro.
— ¿Qué? — dijo Itziar entre divertida y alarmada.
— Pero me prometes que no te vas a poner brava.
— No te puedo prometer eso. ¿Qué ha pasado, Álvaro?
— Que te amo.
Itziar rodó los ojos.
— ¿Ves? Te pusiste brava.
Ella sonrió y picó a Álvaro en las costillas.

La burbuja de estar pegados cuerpo a cuerpo se rompió pronto cuando recordaron que debían irse a casa. Itziar se levantó poco a poco y empezó a vestirse mientras Álvaro daba pequeños besos en su espalda.