2020
La ventana está abierta apenas unos centímetros, las cortinas se mueven despacio y la piel de mis brazos se eriza. Su boca entreabierta me deja ver el leve castañeteo de sus dientes. Me levanto sin hacer el más mínimo ruido, mis calcetines se deslizan casi resbalando por las baldosas hasta llegar a la fuente de frío.
Estiro la mano y la cierro, corro un poco más la tela azul y regreso al mismo lugar.Entonces sólo me dedico a mirarle durante los siguientes minutos. Mi cabeza está llena de preguntas que se acumulan y me impiden pensar con claridad.
Pero una de ellas destaca por encima del resto, como una luz roja clamando por ser atendida.¿Quién es el hombre que duerme plácidamente en mi sofá?
¿le conozco? ¿me conoce él?Un resoplido brusco me saca de mi ensimismamiento de golpe. Le miro y su cuerpo convulsiona un par de veces pero luego vuelve a la calma. Parece susurrar algo que soy incapaz de escuchar y se retuerce.
Me gustaría decir que, después de todo, me produce felicidad ver su situación. Que se lo merece. Pero, ¿cómo podría?
No le deseas dolor a la persona que solía hacerte sonreír.
Porque eso es justo lo que el hombre frente a mí hacía, me hacía feliz.Pero supongo que, si lo pienso desde un punto de vista neutral, lo que sucedió también fué en parte culpa mía. Debí verlo venir, desde el primer minuto.
Dicen que las grandes historias de amor comienzan con dos personas chocándose en mitad del pasillo. Entonces sus miradas se encuentran en el medio y nada puede volver a separarlos nunca.Y creo que en el fondo, muy en el fondo de mi corazón, siempre lo supe. Nuestro amor siempre tuvo fecha de caducidad.
Entonces ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Como toda historia, la nuestra tuvo un principio, tres años atrás.
Una gota de agua resbala entre mis dedos, le doy un último sorbo a mi café helado y en cuanto las puertas del ascensor se abren, lo lanzo a la papelera. Llego unos minutos tarde pero no importa, siempre llego tarde. Frunzo el ceño y con mi mano libre abro la cremallera de mi bolso para sacar la carpeta que necesito. Y me distraigo del camino, apenas unas milésimas de segundo.
Mi cuerpo se estrella con el de alguien más y como un mecanismo automático, exclamo un "¡Lo siento!"
—¡Lo siento! oh dios lo siento muchísimo me he distraído y...-Alzo un poco la mirada para ver a la persona que se ha cruzado en mi camino. Y cuando le miro, las palabras dejan de salir por mi garganta.Su pelo es oscuro, está bien peinado hacia arriba y su rostro es juvenil pero sin llegar a parecer un adolescente. Sus ojos son del mismo color. No veo mucho más puesto que el desconocido sale corriendo pasillo hacia adelante, ni siquiera se molesta en decir un "lo siento" o mirarme.
Su perfume queda en el aire y cierro los ojos sin ser consciente del todo. Cuando vuelvo a la realidad, me doy cuenta de que mi mirada le ha seguido a través del pasillo. Sacudo la cabeza y sigo caminando.
Supongo que, empezando así, nadie podría haber esperado un final feliz para nosotros.
Nadie salvo yo, claro. El moreno se remueve de nuevo en el sofá y sus párpados se abren apenas un centímetro.
—¿Sarah? ¿Qué haces despierta? —Podría soltar una lágrima y una carcajada a la vez. Quiero reír y llorar. Así que no hago ninguna.—Ya me iba a dormir. —Me pongo de pie y camino hasta mi habitación pero antes de cerrar la puerta, hablo de nuevo.
—Sierra, me llamo Sierra.
—Cierro tras de mí y con las mismas me apoyo en la puerta.
No sé como se supone que debería sentirme, no quiero que me afecte pero un nudo se forma en mi garganta.¿Cómo se supone que voy a hacer esto? ¿cómo se supone que voy a ayudar a Asli después de todo?
¿Cómo se supone que voy a manejar que el hombre que me puso un anillo en el dedo y me juró amor eterno, ahora ni siquiera recuerde mi nombre?
¡Vuestra escritora favorita ha vuelto! Mentira, no soy ni mi escritora favorita... 😂
No bajes de aquí sin contarme tus impresiones. 💭⬇
Me gusta saber la opinión de mis lectores ❤.
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Si alguna vez me recuerdas
RomantikSierra y Asli no tenían demasiado en común; ella era una artista con un trabajo que no la llenaba. Para él, su trabajo lo era todo. Ella observaba cada detalle a su alrededor. Él apenas despegaba los ojos de su portátil. Ella vivía la vida en co...