La cama se vuelve un lugar demasiado incómodo y tengo que salir de ella.
De fondo puedo oír la violencia con la que el viento azota los árboles y contenedores.
Los mueve varios metros e incluso llega a tumbarlos.
El miedo se apodera de mí.No hace frío, todas las ventanas están cerradas y las cerraduras también pero no puedo evitar esa mala sensación.
Un trueno atraviesa el firmamento y todo mi cuerpo se sacude.
Mi corazón comienza a latir con demasiada fuerza y el aire se queda atascado y no pasa a mis pulmones.—¿Sierra? —Corro por el salón pero mi descoordinación provoca que me choque con Asli de frente.
—Sierra estás temblando ¿qué ocurre? —Y cuando otro trueno ilumina mi casa, me vuelvo mucho más pequeña en mi lugar.
—Está bien, tranquila. Está bien. —Asli me sostiene en su pecho, intento recuperar mi calma.
Seguir los latidos de su corazón para respirar junto a ellos pero no puedo.Respiro tan entrecortado que las extremidades me fallan y no caigo al suelo gracias a que él lo evita.
—¿Sierra? —Noto como me levanta entre sus brazos y me lleva hasta mi habitación.
—C-cierra la puerta. —Suplico.
El moreno me ayuda a meterme en la cama y me pide que me mantenga ahí hasta que la tormenta cese.
Pero no hay forma de que esté aquí sola.—No Asli. No, por favor.
—Agarro su brazo con mis dos manos mientras mis ojos lloran. Él sólo asiente.
Le hago un espacio en la cama, que al final ocupa.
Parece querer mantener una distancia de precaución pero no es lo que yo necesito en este momento.Una de mis orejas la aplasto contra su pecho y la otra la tapo con mi mano.
—Tranquila... calma. Está bien, pasará. Está bien... —Acaricia mi cabello mientras me habla con un tono relajado.
Poco a poco dejo de sacudirme y aunque sigo oyendo la tormenta de fondo, me siento mejor.Y también con mucha lentitud voy cerrando los ojos hasta que acabo por quedarme dormida.
El día llega y con él también llega el arco iris que indica la calma.Me encuentro sola en mi habitación y salgo de ella, dándole al moreno un tímido "buenos días".
—En cuanto a lo de anoche...
—No sé qué más decir.
Él me sonríe de forma tranquilizadora y me hace un gesto que afirma que no necesito explicar nada más.
Pero yo quiero hacerlo.—Rubí y yo no siempre hemos estado tan unidas ¿sabes?
Los primeros años de nuestra vida, no podíamos ni mirarnos.
No pasábamos más de un minuto sin pelear.
Un día discutimos tan fuerte que me fuí de casa, tenía siete años.
Quería ir a la biblioteca pero una tormenta me pilló en mitad del camino.«Me escondí como pude pero los truenos eran muy fuertes.
Pasé alrededor de una hora así, no podía dejar de temblar ni de llorar. Sentía que iba a morir en ese momento, que jamás regresaría a casa.
Nunca en mi vida me había sentido tan mal y no podía regresar. Estaba paralizada por el miedo.Entonces ví a Rubí.
Ella me encontró.
Corrió hacia mí y me abrazó tan fuerte que volví a sentirme segura. Pero la falta de aire hizo que no pudiera caminar bien y ella tuvo que soportar mi peso todo el camino, en mitad de la lluvia.Desde aquel día, dos cosas cambiaron para siempre en mi vida.
La primera, nunca pude volver a presenciar una tormenta sin sufrir un ataque de pánico.
La segunda, nunca pude volver a separarme de Rubí. —Me siento muy aliviada cuando termino de hablar y el moreno me presta su más absoluta atención.—Entonces puedes quejarte pero no mucho. Te dió algo bueno.
—Sonrío.
—Eso no te lo discuto. —Me encojo de hombros. —he pensado que esta noche podríamos ir a algún bar.
Si te parece, claro.
—Por supuesto. —Y así comienza nuestro día.Termino de acomodar mi pelo, el vestido se me sube y trato de bajarlo lo mejor que puedo.
Hago un último arreglo de mi maquillaje y me miro al espejo antes de salir.
—¿Nos vamos? —Asli me espera recargado en la puerta, me da un vistazo de arriba a abajo y sonríe.
—Si, vámonos. —Salimos de la casa y caminamos hasta llegar a un bonito club.Entramos sin problema y pedimos un par de refrescos.
—Dame un segundo, voy al baño. —El moreno desaparece de mi campo visual.
Entonces, noto una mano que se posa sobre la mía.
Doy un salto hacia atrás y me levanto del taburete.
—Perdona niña, ¿no nos conocemos? —Un completo desconocido me habla.
Le miro con desagrado y niego antes de decir: —No, lo siento.—¿Estás segura? Porque tu cara me suena mucho. —De nuevo, vuelvo a negar.
—En serio que no, lo siento.
—Abro un espacio más grande entre el sujeto y yo.
Pero no parece que eso le resulte suficiente pues insiste una vez más.
—¿Y no te apetece conocerme?
—Río sarcástica.—No, gracias. —Lo siguiente lo veo como si de una película de acción se tratase.
Asli llega por detrás de él, le obliga a girarse con brusquedad y le golpea el rostro con fuerza.
Me llevo una mano a la boca.
El hombre le devuelve el puñetazo y Asli se dobla sobre sus rodillas.Dicen que en situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Y esas palabras las tomo al pie de la letra.
Cerca de mí hay una botella de vidrio, casi se resbala entre mis manos por las gotas de agua que la cubren.
Pero la sostengo con fuerza y cuando el hombre va a golpear al moreno de nuevo, le estampo la botella en la cabeza.Veo los ojos de Asli abrirse desmesuradamente.
—¡Que alguien llame a la policía! —Oigo gritar.
Después, mi compañero tira de mi mano al grito de "¡corre, Sierra!".
Voy empujando sin cuidado a todo el que se me pone por delante y acabamos saliendo a la calle.Nos adentramos en nuestro hogar, después de una dura noche.
—Será un milagro si no nos denuncian. —Bromea.
—Las cámaras lo han grabado todo, empezó él. Me estaba molestando y tú sólo me defendiste y luego yo te defendí a ti. Eso es todo. —Un vendaje adorna su mano derecha ahora, me quedo observándolo algunos momentos.Pero hay algo que necesito hacer, es como si todo mi cuerpo me lo estuviera pidiendo.
—No puedo creer que realmente le estampaste una botella en la cabeza.
Estás loca, Sierra. —Las comisuras de sus labios se alzan con alegría y un toque de diversión.
Pero yo sigo necesitando algo.Así que tan sólo lo hago.
Pongo una de mis manos sobre su hombro y la otra alrededor de su cuello.
Le envuelvo con mi cuerpo y aspiro el perfume que desprende.
Me aferro a él con todas mis fuerzas, haciendo de mis manos dos puños con la tela de su ropa.Y siento como si hubiera estado bajo agua y acabara de salir a la superficie.
Como si unas cadenas invisibles rodeándome acabaran de romperse.Y por primera vez, en demasiado tiempo, vuelvo a respirar.
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Si alguna vez me recuerdas
RomanceSierra y Asli no tenían demasiado en común; ella era una artista con un trabajo que no la llenaba. Para él, su trabajo lo era todo. Ella observaba cada detalle a su alrededor. Él apenas despegaba los ojos de su portátil. Ella vivía la vida en co...