Mis manos están descansando sobre mis piernas, estoy mordisqueando el interior de mi mejilla y suspiro a cada minuto.
—¿No tienes frío? tu sudadera está mojada. —Niega.
—¿Quieres entrar en casa?
—Asiente. Carraspeo para preparar la siguiente pregunta.
—¿Quieres quedarte? —Y de nuevo, asiente.Entramos en casa, se va hasta su habitación y cierra tras de sí.
Me doy una ducha rápida y me pongo el pijama.
Entonces cojo el teléfono.
—Hola Seth, Asli está aquí.
No te preocupes por él.
—Maldita sea Sierra, estaba muy preocupado.
—Puedo imaginarlo pero está a salvo. Ven cuando quieras.
—Voy para allá.El rubio no tarda más de diez minutos en aparecer, le dejo pasar y va hasta la habitación de Asli.
Oigo como le reprocha haberse marchado de esa manera y después, sólo oigo el silencio.La puerta se abre, sus ojos están entristecidos y me susurra un "¿podemos hablar fuera?" ante el que asiento.
Salimos y cerramos la puerta de la casa después de hacerlo.—He intentado ayudarle, Sierra. Lo he intentado todo pero no hay manera de hacerlo.
No estaba bien conmigo y no creo que lo esté nunca. —Apreto la boca.
—Está acostumbrado a ti y sólo a ti y no puedo cambiar eso.
—No te preocupes, Seth.
Se quedará conmigo, sabes que no tengo problema y que no le haré daño. —Hace una mueca de desagrado.—Por dios Sierra, ya lo sé.
Es que... no he podido mantenerle a mi lado y no quiero perderle. —Sus ojos se vuelven rojizos. Niego contundente.
—No vas a perderle, no digas eso. Ese hombre sigue siendo tu familia aunque no lo recuerde.
Ha perdido sus recuerdos, no su corazón.—Es mi familia y también el hombre que te dejó. —Ouch, eso ha dolido. Sonrío con amargura.
—Tienes razón, lo es.
Creía que haber perdido su memoria le convertía en una persona nueva pero no es cierto.
Sigue siendo él, a pesar de todo. —No logro descifrar su expresión.—¿Y le has perdonado?
—Han pasado años, Seth.
Ya no hay nada que perdonar.
—Oigo la puerta de la habitación de Asli abrirse y me despido rápidamente del rubio.
—Llámame. —Le pido.
—Te llamaré.
Entro de nuevo en mi hogar y le veo apoyado sobre la pared.—¿No te agrada? Seth digo.
—No es eso. Es que Seth me habla de cosas del pasado...
No me agrada oír cosas que no puedo recordar. Estar con él es una tortura. —Cierro los ojos y asiento.
—Puedes estar aquí, todo el tiempo que quieras.
Pero Seth no va a rendirse, él te quiere mucho Asli. —Se sienta en el suelo. Me siento junto a él y un deja vú cruza por mi cabeza.—Yo no le quiero a él. —Suelto una risa.
—No recuerdas quererle pero sí lo haces.
—¿Cómo lo sabes? —Me mira con curiosidad.
—Lo sé. —Me encojo de hombros.—¿Puedo recuperar mi habitación?
—Es toda tuya, te ha estado esperando. —Bromeo.
—¿Y tú? ¿me has estado esperando? —A través de la ventana veo que la lluvia se hace menos constante por momentos.
—Yo estoy esperando a que deje de llover. —Me levanto para alejarme de él.—¿No te gusta la lluvia? —Con la palma de mi mano, acaricio mi otro brazo.
—Me encanta, de hecho. Pero la tormenta no.—Llevo mi vista al cielo.
—Pues yo-
Cuando doy la vuelta sobre mí misma, el moreno viene de frente y no le veo hacerlo.
Me choco contra su pecho y sus manos agarran mi cintura por instinto. Trago en seco.—Perdona. —Decimos al tiempo.
—Me voy a dormir, buenas noches As.
—"As"... cada vez que me llamas así, noto algo en mi interior. Creo que alguien importante me llamaba así. —Mis piernas se vuelven torpes por momentos y casi tropiezo.
—O eso o tienes gases. —Bromeo pero no parece acallar sus pensamientos, por el rabillo del ojo veo como su ceño está fruncido.No digo nada más, sólo me meto en mi habitación.
—¡Buenos días Asli! —No puedo controlar mi efusividad esa mañana.
El moreno me mira y sonríe.
—Ha salido el sol. —Dice pero cuando miro por la ventana, sólo veo nubes grises que auguran más agua.
—¿Qué? —Agacha un poco la cabeza y niega al tiempo que sonríe.
—Nada.—¿Quieres ir a desayunar a la cafetería de siempre? —Me muestra que ya ha preparado el desayuno.
Cojo uno de los vasos de zumo que ha puesto y me lo llevo a los labios.
Es algo asqueroso porque no tiene pulpa.
Hago una disimulada mueca de repugnancia pero evito que él me vea, no quiero molestarle.—Espera. —Pone su mano sobre la mía antes de dar un segundo trago.
—No te lo bebas. —Me pide.
—¿Y por qué no?—Porque no te gusta así.
No tiene pulpa.
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Si alguna vez me recuerdas
Roman d'amourSierra y Asli no tenían demasiado en común; ella era una artista con un trabajo que no la llenaba. Para él, su trabajo lo era todo. Ella observaba cada detalle a su alrededor. Él apenas despegaba los ojos de su portátil. Ella vivía la vida en co...