Capítulo 27

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—...hace algunos años este lugar solía estar mucho más habitado.
Pero luego la gente se fué marchando al pueblo y lo abandonó. Actualmente, sólo los turistas lo visitan. —Tengo que taparme la boca para que mis bostezos no se escapen.

Pero Rubí no sabe disimular tan bien como yo.
—¡Odio la nieve! —Exclama cuando uno de sus zapatos se queda atascado en ésta.
Una risa sale directa desde mi garganta.
Seth intenta ayudarla pero la joven prefiere sentarse antes que recibir ayuda del muchacho.

—Cabezota. —Sisa, pasando de largo de ella.
Asli también le ofrece su ayuda y a regañadientes, ella la acepta. Su rencor hacia él aún es evidente pero hace su mejor intento.
—Sin tus tacones y tus
vestidos no eres tan genial ¿eh, Rubí? —Me burlo.
Su nariz roja y sus ojos entrecerrados parecen querer matarme.

Pero en lugar de matarme, mi hermana hace algo mucho peor. Me lanza una bola de nieve que impacta justo sobre mi cabeza.
—Rubí, no. Sabes que odio este juego. —Le recuerdo y me cruzo de brazos para lucir más imponente.
Lo cierto es que, odio que me tiren cosas.
Bolas, agua, cojines.
Es una de mis pequeñas extrañas manías.

Y parece que a veces, es mejor mantener la boca cerrada.
Porque en cuanto termino de hablar, otra bola me cae en la rodilla.
Miro frente a mí pero todo lo que veo es a dos muchachos con las manos en la espalda y rostros angelicales.
Podría parar, podría dejarlo estar aquí.

Pero ya lo dije una vez.
Nadie le vacila a Sierra Gallway.
Así que me agacho y cojo un par de bolas que dan directo en la cara de mi hermana y Seth.
Pero para Asli...
para Asli tengo preparado algo mejor.
—¿Recuerdas el partido de fútbol americano que vimos el otro día? —Su cara se vuelve más blanca que la propia nieve y retrocede un par de pasos.

—Oh no. Sierra, no. —Pero es demasiado tarde antes de que grite desde el fondo de mis pulmones "placaje" y corra.
Me lanzo sobre él cual depredador sobre su presa y acaba cayendo de espaldas, yo justo encima.
Le oigo refunfuñar debajo de mí pero mis risas opacan sus lloriqueos.
—La bola te la ha lanzado Seth. —Es todo lo que entiendo.
Y detrás de nosotros se escucha un "chivato".

Me separo de él, dejándome caer a su lado.
Una de las mujeres del grupo se acerca a mi hermana y le habla muy cerca de la cara.
Pero yo consigo oír lo que dice.
—¿Son pareja?
—Más o menos... —La castaña hace el gesto con su mano.
Después, la mujer se acerca a nosotros y con un marcado acento francés, nos hace una pregunta.
—¿Puedo tomados una foto?
colecciono fotos de parejas.

El moreno y yo nos miramos, después a ella y voy a negarme pero su expresión es tan dulce e inocente que soy incapaz de hacerlo.
—Claro... —Susurro, en voz muy baja.
Después miro a la cámara y la foto se dispara.
Y Asli quiere seguir jugando ahí, tumbado en la nieve mientras el frío nos cala los huesos.
Pero a mí ya no me apetece seguir en este lugar.

El guía nos observa en la distancia, su cara es una mezcla de diversión y tristeza.
—Vámonos de vuelta antes de que mate a alguien. —Me pongo de pie, afirmo ante las palabras de mi hermana mientras sacudo mi ropa y esperamos a los chicos.
Salimos de la parte nevada y llegamos hasta el camino que las quitanieves han hecho para los turistas.

—¡Traigo leña! —Anuncia el moreno en cuanto entramos en casa.
Tiro de Seth hasta llevarlo conmigo a la chimenea.
—Vamos a encender esta cosa, ¿qué hay que hacer? —Las risas de mis acompañantes no tardan en llegar.
—Echas la leña, prendes el fuego. Hasta Asli lo sabe. —Rubí le acusa con su dedo índice. El joven suelta un "¡eh!" al que todos respondemos con risas.

El primer día acaba muy rápido, apenas nos damos cuenta.
Cuando cae la noche, hace demasiado frío en las habitaciones pues la calefacción apenas llega allí.
Incapaz de dormir, salgo de nuevo al salón y allí me encuentro con Asli.
—¿No puedes dormir?
—Tú tampoco. —Confirmo.

Me siento cerca de él, justo enfrente de la chimenea, mis pies rozan los suyos y una cálida sensación invade mi pecho.
De repente, ya no hace frío.
Ya no hay nieve, no hay nada más.

El hombre a mi lado lleva un suéter varias tallas más grande de la que necesita, uno de sus brazos se estira y me hace un hueco en su pecho.
Desde mis labios nace una sonrisa, que al contrario que muchas de mis palabras, es genuina y llega directa desde mi corazón.

No opongo resistencia a su oferta, me acomodo en mi lugar favorito; sus brazos.
Puedo oír la madera quemándose, los latidos de su corazón y su respiración calmada.
El aire huele al humo que desprende la chimenea y a ese perfume que yo misma le compré cuando se mudó a mi casa.

Desde mi lugar levanto la cabeza, su pelo alborotado está pegado a su frente y la piel de su cara está helada.
Por el contrario, mis manos están calientes.
Así que subo la derecha para eliminar los mechones de su frente y luego la poso sobre su mejilla. Hago lo mismo con la izquierda.

La tela del suéter de hilo lila que llevo, cubre parte de mis manos y roza su rostro. Cierra los ojos pero no mueve su cuerpo, me sigue abrazando.
Bajo otra vez mis brazos y vuelvo a mi cómodo espacio.
Pero mi momento dura poco, el resto de puertas se abren detrás de nosotros.

—Hace demasiado frío ahí dentro. —A tiritones, Rubí se sienta junto a nosotros y Seth no tarda en unirse después.
—Deberíamos dormir por parejas. Para mantener el calor. —Sugiere. —Todos le miramos de tan mala manera que no tarda en rectificar.

—Me refería a... Asli y yo.
Rubí y Sierra. No a... mierda, ya me entendéis. —Mi hermana se gira para comentar algo en mi oído.
—No cometo el mismo error dos veces. —Río. Me guiña un ojo.
—¿Y si nos quedamos aquí?
—El moreno propone, veo como sus ojos se van cerrando hasta hacerlo por completo.

Yo no digo nada más que un leve asentimiento, la boca se me abre por el sueño y el calor ayuda a que me esté quedando dormida con más facilidad.
Un "ajá" se oye proveniente de otra garganta femenina.
Entonces noto un tirón al que no le pongo atención, mi hermana se mete entre Asli y yo me abraza, añadiendo:
—Aparta, moreno.

Una risa somnolienta se me escapa y me agarro a la muchacha como estaba antes agarrada al chico.
A mi otro lado, Seth apoya su cabeza en mi hombro.
—Mañana vamos a tener todos un bonito dolor de cuello. —Mi cuerpo vibra con su risa.
—Eso si llegamos a mañana...
—Mi hermana deja la oración en el aire.

Y antes de que los cuatro nos quedemos por completo dormidos, yo soy la última en hablar.
—Hasta mañana, idiotas.

Si alguna vez me recuerdasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora