Capítulo 18

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—Esto es muy incómodo...
—Siso.
—¿Para ti o para mi?
—Para los dos. —Me rasco la nuca, desde mi lugar sólo puedo ver la puerta del baño.
—¿No estás mirando? —Niego.
—No estoy mirando, vamos.
—Oigo como sus pantalones caen al suelo.

Para aliviar la tensión, comienzo una conversación trivial.
—Hoy hace buen día ¿no? —Le oigo reír y luego, abre el grifo de la ducha.
—No durará mucho antes de que lluevAAAAAAAAAAAAAAH ¡Sierra! ¡el agua está helada! ¡Sierra!
—¡Ay dios, Asli! ¿has abierto el agua caliente? —Resopla.
—¿Tú qué crees? —Río con nerviosismo.

—No he gastado el agua caliente, lo juro. Sólo me duché cinco minutos. —Aseguro.
—No siento las manos. —Ruedo los ojos.
—Sólo un minuto y sal, Asli.
No te tortures demasiado.
—Cuando el minuto transcurre, el grifo es cerrado y oigo un par de pasos.
—¿Toalla? —La agarro entre mis manos y se la paso aún mirando a la puerta.

—Sé que no puedes darte la vuelta pero no te imaginas lo difícil que es hacer esto con una sola mano. —Me encojo de hombros.
—Voy a colocar el albornoz y te lo pones ¿vale? —Así lo hago, pasa un brazo por una de las mangas, el otro lo pasa despacio por la otra no sin quejarse un par de veces.

—Ya puedes. —Abro los párpados y le ayudo a ponerse el cabestrillo.
Salimos del baño y al mismo tiempo que la puerta de éste se abre, otra puerta se va abriendo también.
Pero no nos damos cuenta.
—Sierra tengo un problema y es urgente.
—¿Qué ocurre? —El moreno me mira con incomodidad.
—No me he anudado bien el albornoz y se me está abriendo. —Mis ojos se vuelven platos.

Pero no me da tiempo a reaccionar pues un chillido me corta antes de abrir la boca.

Rubí grita.
Asli grita.
Y yo, no sé porqué, también grito.

—¿Qué hace este hombre desnudo? ¡Sierra!
—¿Quién eres tú y qué haces aquí? ¡Sierra!
—Entre tanta locura, me toca poner un punto de cordura.
—Asli ve a tu habitación ya.
Rubí deja de gritar y siéntate.
—Sorprendente pero cierto, los dos me hacen caso.

Cuando la puerta de Asli se cierra, la castaña se siente más cómoda.
—¿Estás bien, Rubí?
—Algo traumatizada pero bien.
He visto cosas peores.
—Ruedo los ojos.
—En cuanto estés listo, sal. —Esta vez me dirijo al muchacho.

—Siento haber venido sin avisar pero no esperaba encontrarme... eso.
—Carraspeo.
—Ya sabes que Asli está temporalmente necesitado de ayuda. Cuando has entrado justo me estaba diciendo que no se había podido anudar bien el albornoz. —Le explico con calma, ella asiente.

—Da igual. Sigo queriendo matarle aunque esté "temporalmente necesitado de ayuda". —Agarro sus manos y suspiro.
—Rubí... por favor no le trates mal. —Me mira torciendo el gesto.
—Pero se lo merece, Sierra.
¿Tú no lo crees?
—No, no lo creo. Y te estoy pidiendo por favor que no lo hagas. —Parece pensarlo durante unos instantes que se me hacen demasiado largos.

—Está bien. Tú eres la damnificada y también la que no quiere hacerle daño así que lo dejo en tus manos. —Alza las manos en el aire a modo de rendición.
El moreno abre su puerta y sale de su habitación.
Le miro, su pelo aún está húmedo y su rostro está teñido de la tonalidad carmesí de la vergüenza.

—Hola. —Lo dice en un hilo de voz.
—¿Qué hay? —La ojiverde no le mira, le doy un golpe suave en la pierna.
—Lamento lo que ha sucedido antes. Soy Asli, por cierto.
—No te preocupes, yo soy Rubí. —No se acercan para saludarse, cada uno se mantiene en su lugar.

—He oído hablar de ti.
Eres la hermana de Sierra ¿no es así? —Ella asiente.
Entonces, el moreno alterna su mirada de la una a la otra en varias ocasiones y sé perfectamente lo que está pasando por su cabeza.
—Es adoptada. —Aclaro.
Él suelta una risa, cree que estoy bromeando.

Rubí y yo nos miramos y después, le miramos a él.
—No es broma. Los padres de Sierra me adoptaron antes de tenerla a ella, por eso no nos parecemos nada. —Pasa a estar serio y alza ambas cejas.
—Mi amigo Seth y yo tampoco tenemos padres pero nosotros crecimos en el orfanato. —La conversación parece fluir pero el aire es tenso y para nada cómodo.

—Supongo que tuve mucha suerte. —Se pone de pie.
—Bueno, de todos modos yo ya me iba, sólo quería ver como estaba Sierra. Ya veo que estás bien, llámame. —Imito su acción para despedirla y le doy un beso en la mejilla.
—Gracias. —Susurro en su oído, en respuesta ella me sonríe.

—Adiós Rubí.
—Adiós moreno. —Cuando la madera se cierra, él alza una ceja.
—¿Me ha llamado "moreno"?
—Así es. Ella es así, no te preocupes. —Se sienta junto a mí.
—Creo que no le he caído bien.
—Suelto una carcajada.
Si tú supieras...

—No es eso, está algo... triste digamos. Ha roto con su pareja hace poco. Eso es todo. —Intento que se calme.
—¿Entonces ahora no tiene pareja? —¿Disculpa? ¿te interesa, acaso?
—No, no tiene. —Sus mejillas vuelven a teñirse de un rojo fuerte. Entrecierro los ojos.
Me levanto para ir a la cocina y coger un vaso de agua.
—¿Por qué la pregunta? —Bebo.

—Por Seth... creo que quiere salir con alguien. —El agua se me va por mal sitio y casi me ahogo. Y de nuevo, si tú supieras...
—¿Sierra? ¿estás bien? —Noto un ardor en los pulmones y toso.
—Estoy bien, tranquilo.
Seth y Rubí es un no. Créeme.
—Finiquito la conversación y no espero antes de irme a mi habitación.

Hay demasiadas cosas que tú no sabes, Asli.
Tú y yo, nuestra historia, aquella fiesta, Seth y Rubí.
Demasiadas.
Pero supongo que Seth tampoco querrá que parte de esa historia salga a la luz, al menos para ti.

Todos hemos cometido errores, incluyéndote.
Tu amnesia no debería poder borrarlos o hacer que desaparezcan.
Pero si conocieras la verdad...
¿todavía creerías que Seth y Rubí harían buena pareja?
¿todavía creerías que yo soy un ángel que fué puesto en tu camino por cosa del cielo?

Si alguna vez me recuerdasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora