Capítulo 17

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—Más cuidado, hombre.
¿No ves que además de amnésico me vas a dejar lisiado de por vida? —Me tapo la boca para no reír.
—¿Tú ves esto normal, Sierra? uno viene a ayudar de buena voluntad y todo lo que recibe son desprecios.
—No le hagas caso, Seth.
Está sensible porque le han pegado un tiro. —El rubio y el moreno suben por las escaleras de mi edificio, despacio y con mucho cuidado.

Oigo de fondo los ladridos del chihuahua de Petra.
—¿Qué es eso? —Pregunta Seth.
—La perra de la vecina, nada peligroso. —Llegamos hasta casa y el rubio ayuda a Asli a tumbarse en su cama.
—Ya sabes lo que te dijo el médico, no te muevas de aquí.
—Descuida. —Asiente una sola vez.
Seth va a salir por la puerta pero antes de hacerlo, el joven le detiene.

—Oye Seth... gracias. —Una sonrisa por parte de ambos les sirve como despedida.
—Llámame si tienes que llevarle a algún lugar.
Por cierto, ¿quién ha limpiado todo esto? —Entre mis manos alzo un pedazo de papel.

"Sin sangre, no hay delito.
De nada, hermana. Rubí x"

—Rubí... ¿qué es de ella? aún no la he visto. ¿Sigue con Darcy?
—Niego.
—Rompieron hace poco, me enteré un día antes del disparo. —Caminamos hasta la puerta.
—Te diría que la saludes de mi parte pero no creo que quiera saber de mí. —Meneo la mano en el aire, tratando de decir "más o menos".

—De todas formas, ya la verás por aquí. Gracias por todo, Seth. Te llamaré. —Asiente y cierro la puerta cuando sale.
—¿Sierra? —El moreno me llama desde la cama.
—¿Si?
—¿Puedes mirar si mi anillo está en mi sudadera, por favor?
—Asiento. Tomo su sudadera
-ensangrentada- y me cercioro de que está dentro.
—Lo está. —Lo alzo en el aire.

—Dámelo. —Así lo hago y él lo pone sobre la mesa de noche.
Yo agarro la prenda entre mis manos y la llevo hasta la lavadora, no sin antes anunciarle que voy a lavarla.
—Si necesitas algo, llámame.
—Asiente.

Remuevo la sopa con una cuchara de madera, intento que no esté muy caliente y se la llevo al moreno.
—Te advierto que la cocina no es lo mío, lo he intentado.
—Da igual, gracias. —Toma una cucharada y arruga la cara.
—Tienes razón, no es lo tuyo.
—Le doy un golpe en el hombro del que se queja con ganas.

—¡Oh dios! lo siento, lo siento mucho. Disculpa. —Reviso que todo en su herida esté bien.
Ríe.
—Está bien, tranquila.
Parece que te duela a ti en vez de a mí. —Lo dice a modo de broma pero lo cierto es que, sentí aquel disparo en mi propia piel.

Sus palabras surten un efecto negativo en mi y suspiro.
—El médico dijo que unos centímetros más abajo y me habría perforado un pulmón.
Es posible que no hubiera sobrevivido. —Su diversión se corta según habla.
Y yo noto una punzada en el pecho.

Si eso hubiera sucedido, yo...
Ni siquiera quiero pensarlo.

—Cállate Asli. —Le pido.
—Parece que no hago más que renacer... —Sonríe con tristeza.
—Está bien, Asli. No importa porque por cada vez que renazcas, yo te traeré sopa y algún chiste malo si quieres también. —Eso le provoca una carcajada que relaja mi dolor.

—Hay algo más de lo que me he dado cuenta además de que no dejo de renacer.
Y es que cada vez que abro los ojos, tú estás ahí.
Es como si el universo conspirara para que me encuentres. —Su mirada se clava en mi pecho y un cosquilleo embarga mi estómago.

—Estabas en mi casa, claro que te encontré primero. —Razono pero vuelve a negar.
—No, Sierra. Va más allá de eso. Creo que todo se trata del destino, tenía que suceder así.
—Noto que el ambiente se vuelve demasiado tenso y pongo distancia.
—Si necesitas algo, ya sabes donde encontrarme.
Descansa, As.

Salgo de la habitación y cierro la puerta. Apoyo mi cuerpo y cojo aire.
Siento que mi mente está agotada, necesito un descanso.
Después de que Asli termina de comer, limpio el plato y me dejo caer sobre el sofá.
Pero no pasa mucho tiempo antes de que él reclame mi atención de nuevo.

—¿Qué necesitas? —Carraspea y rasca su nuca con su mano sana.
—Necesito hacer pipí. —Río.
—¿Te has reído?
—No. Quiero decir... voy a llamar a Seth. —Cojo mi teléfono y marco su número.
—¿Seth? Asli necesita hacer pipí.
¿Perdón?

—A mi no me juzgues, ha sido él quien ha utilizado esa expresión. 
¿Me has llamado porque Asli necesita orinar? Por dios Sierra, estoy al otro lado de la ciudad y acabo de llegar a casa. ¿No puedes ayudarle tú? —Muerdo el interior de mi mejilla.
—Está bien, no te preocupes.
Siento haberte molestado, gracias Seth. —Cuelgo el teléfono y regreso donde el moreno.

—Vas a tener que conformarte con mi ayuda, Asli. —Él se encoge de hombros.
Retiro las mantas y él pone ambos pies en el suelo.
Nota un mareo y frunce el ceño.
Paso su brazo por detrás de mi nuca y le ayudo a ponerse de pie.
—¿Estás bien? —Me fijo en que tiene los ojos cerrados y se esfuerza por no caer.
—Tranquila, es cosa de la medicina. —Asegura.

Damos un par de pasos, paramos y damos otros dos.
Así hasta que llegamos al baño que para nuestra suerte, está muy cerca.
—¿Puedes... salir? —Muevo la cabeza arriba y abajo.
—No planeaba quedarme.
—Cierro la puerta y espero un par de minutos.

—¿Estás bien? —Golpeo un poco la madera.
—Ayúdame Sierra, por favor.
—Rápidamente entro en el baño y le encuentro en el suelo.
—Me he resbalado. —Me susurra cuando me posiciono junto a él.
Joder, soy una idiota.
Fregué el baño hace un rato y aún no estaba seco.

—Perdona Asli, es culpa mía.
Deja que te levante. —Pesa mucho y me cuesta ponerle de pie.
Al final lo consigo, nos incorporamos y volvemos a la habitación.
—¿Me quitas los pantalones?
—Con exageración, cambio mi cara.
—¿Perdón?
—Me he mojado los pantalones. —¿Perdón?

—...con el agua, Sierra.
El agua del suelo. —Palmeo mi frente.
Rebusco en su armario y cojo unos pantalones cómodos y anchos.
Para aliviar la incomodidad del momento, hablo del tiempo.

—Lloverá otra vez. —Predice el joven.
—Espero que sólo llueva y no haya tormenta. —Lo siguiente que dice es un "¿Por qué?" al que respondo sin dar muchas explicaciones.
—No me gustan las tormentas, eso es todo.
Cuando se ha cambiado de ropa, vuelve a la cama.
Entonces cojo mi portátil y abro Netflix.

—Ten, ponte algo. Así te sentirás más distraído. —Lo agarra en su regazo y comienza a navegar y mientras tanto, yo me marcho de ahí.

Si alguna vez me recuerdasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora