01; casualidades

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Ellos dos se conocieron en el colegio.

En aquella época, Mateo cursaba tercer año de secundaria, y Manuel iba a cuarto año.

Al más pequeño siempre le atrajo ese aura misteriosa que el mayor emanaba, esa seriedad que era muy rara para un adolescente de 16 años. Lo sentía como un amor imposible, "ni aunque me opere la cara como la de Brad Pitt me va a dar bola", solía decirle Mateo a su amigo. Es que sí, Manuel parecía de otro mundo.

Todo cambió a finales de ese mismo año,  cuando Mateo estaba a punto de llevarse literatura y su profesora le asignó un tutor para que le explique los libros que estaban leyendo, ya que el era un alumno muy distraído y realmente necesitaba un apoyo para poder entender la materia.

"Manuel se llama. Es un chico muy aplicado aunque se duerme en las clases. Yo siempre pienso que no escucha nada de lo que digo, pero cuando finalmente le pregunto, me responde todo a la perfección, y es muy bueno explicando" le contó satisfecha. "Creo que su seriedad puede ser un buen contraste con ese carácter tuyo tan explosivo" Mateo sólo pudo asentir, ya que le temblaba el cuerpo de la emoción.

Finalmente iba a conocerlo.

La primera vez que se vieron, en la biblioteca del colegio, Manuel llegó tarde y con los pelos un poco revueltos. Eso no ayudó para nada a los nervios de Mateo.

"Buenas" dijo con una sonrisa chiquita. "Perdón, se me re pasó que esto era hoy y me quedé dormido"

Mateo estaba que se derretía. "Si amigo, no hay drama, recién llego yo igual..." dijo aunque estaba ahí esperando hace como media hora. "Manuel, ¿no?"

"Así me dicen" sonrió, sobrador. "Bueno, ¿Mateo? vayamos arrancando"

Y así fue descubriendo a Vainstein.

Sarcástico e irónico la mayor parte del tiempo, pero si te tenía cariño podía llegar a ser un sol de persona. Sólo había que conocerlo, y Mateo lo conoció bien.

Al principio parecía un chico medio serio y poco confianza, pero cuanto más tiempo pasaba con él, más intimidad ganaba con el chico, y claro, su amor platónico pasó a convertirse en un amor posible pero a la vez inalcanzable.

Como se imaginarán, a la materia se la terminó llevando igual, porque a pesar de que Manuel era un buen tutor, su carita cuando explicaba era algo digno de encuadrar, y en consecuencia, y casi inevitablemente, Mateo tenía que admirar cada gesto que el mayor hacía, para guardarla en su carpeta mental llamada "Gestos y caras de Manu".
Lástima que no le sirvió para que la profesora se apiade de él y le apruebe la materia, porque era un archivo bastante completo.

llorapija; trueplikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora