19; consejo

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"¡Mateo!, ¡¿podés bajar a comer?!" oía gritar a su madre desde el comedor. La estaba ignorando. Esa noche ella estaba particularmente insoportable. Le estaba reprochado cosas desde que se había ido Manuel, y aquello no ayudaba en nada a su estado anímico.

No sabía que pensar.

Poniendo todo en una balanza... Las cosas podrían ser peores. Manuel le dijo que no gustaba de él de manera romántica, y estaba bien. Mateo podía  vivir con eso.

Él es fuerte.

Con lo que no sabía si podría vivir, era con el sentimiento de humillación que le inundaba el cuerpo cada vez que recordaba que Manuel estaba en conocimiento de su amor unilateral hacia él, y que aún así iban a seguir como si nada, como esos amigos de siempre. 

Se tiró sobre su cama devastado. Tenía cosas para hacer. Un trabajo de literatura que debía que entregar sí o sí para no llevarse la materia (como todos los años), estudiar para el oral de historia, hacer un escrito  de inglés... 

Pero no existía ni un ápice de motivación para eso. Para ser sinceros, en otro domingo bajón como aquél  tampoco haría nada, porque no hacía falta que le rompieran el corazón para no tener ganas de hacer la tarea, aunque ahora sí que tenía una buena excusa.

Mateo sonrió irónico ante esa idea, pero su sonrisa se borró al instante.

Pensándolo bien, en otro domingo bajón como aquél, llamaría a Manuel por videollamada con cara de pobrecito  rogándole que lo ayude con su tarea, y el otro aceptaría, pues no se podía resistir a sus caprichos.

Pero hoy no era de esos domingos bajón, era el domingo en que le habían roto el corazón por milésima vez, y de nuevo en manos de Manuel Vainstein. Su peor pesadilla, y su mejor sueño.

A todo esto, su mamá lo llamaba para que baje a comer, su gata maullaba en la puerta de su habitación porque quería entrar pero Mateo no tenía ganas de pararse para abrirle, y el tono de llamada de su teléfono sonaba a todo lo que da.

"Ni un minuto de tranquilidad en esta casa del orto", dijo levantándose de la cama enojado, yendo a abrirle a la gata. Cuando abrió, la vio tan tierna sentadita esperando que le abran que se murió de ternura y la agarró a upa, llevándosela consigo a la cama.

"No te puedo odiar a vos, nena. Sos la única que me quiere" le dijo dándole besitos en el hocico mientras ella ronroneaba. Casi que se le piantaba un lagrimón de tristeza pura, pero el puto teléfono no paraba de sonar, y no lo dejaba concentrarse en el llanto. Por un momento pensó que podría ser  su amigo, llamándolo desesperado para decirle que todo fue una equivocación, y que en realidad estaba enamorado de él pero que no se animaba a decírselo (sabía que eso no podía pasar ni que vendiera su alma al diablo).

Aún así, miró quién era, aunque ya se daba una idea. Todavía no tenía el corazón tan duro como para no atender a alguien tan insistente.

El nombre "Pedro" figuraba en la pantalla. Luego de pensarlo algunos segundos, atendió.

"Hola, pa" dijo suspirando.

"¿Qué haces hijo?" contestó, alegre.

"Acá, tranqui. ¿Vos? ¿Pasó algo?"

"No, quería saber cómo estabas, porque si no te llamo yo, no me entero de nada de tu vida. Soy tu padre, viste"

"Sí, posta, es que estuve bastante colgado estos días" dijo, tratando de zafar. Se llevaban bien, sólo que era demasiado intenso con él, y eso no le gustaba, porque hacía que se volviera el nene caprichoso de siempre, y quería cambiar eso.

"¿Estás seguro?" preguntó preocupado. "Te noto decaído, Teo"

"Sí paaa, no rompas las bolas"

"Me contás ya mismo lo que te está pasando"

Lo puteó internamente por algunos segundos, procediendo a decir:

"Quiźas, y sólo quizás, le confesé mis sentimientos a la persona que me gusta y me rechazó"

Eso no sonaba tan mal cuando lo pensó en su mente. Se escuchó a Pedro suspirar, sin decir nada.

"¿Ves? Al pedo te cuento. Si no hay nada para decir" dijo frustrado. "Hago el duelo y listo"

"¿Qué duelo, Mateo? Vos tenes que hacer la tuya, si esa persona te rechazó, listo, seguí con tu vida, hay mil personas más para enamorarse"

"¿Pero y si quiero demasiado a esa persona y no puedo estar lejos suyo? Onda no podría hacer la mía porque estaría pensando todo el día en esa persona"

"Y... vas a tener que aprender a desenamorarte. Es un proceso que lleva tiempo, como todo, pero una vez que lo lográs, no volvés más al lugar en donde empezaste"

Y entonces siguió el consejo de su padre, sin saber a ciencia cierta si iba a funcionar, o si lo iba a dejar en un estado peor del que estaba.

llorapija; trueplikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora