"Porque a veces puedo llegar a ser muy egoísta" dijo Manuel luego de pensarlo algunos segundos. Mateo lo miró confundido. No entendía a qué se refería. Pensaba que él era el único egoísta en la relación."¿Cómo? ¿A qué te referís?"
"A que me gustaba tanto como chapabas que me pasé por las bolas que vos sientieras algo por mí. Soy un egoísta por eso, porque pensé en mí antes que en vos"
Pasaban tantas cosas por la mente de Mateo que no sabía qué decir, ni cómo decirlo. Saber que a Manuel le gustaban sus besos lo hacía sentir especial, pero eso estaba mal, porque un beso es un beso, y esos besos eran sin sentimientos románticos por parte de Manuel. Y era completamente respetable. Así que se la tenía que bancar.
Finalmente, logró decir: "Sí, igual no te hagas el que ya no sos más egoísta porque ahora diciéndome eso te estás cagando de nuevo en mí y en mí pija. ¿No ves que ahora te quiero chapar otra vez?"
Manuel sonrió, soltando una leve carcajada. Se le levantó del sillón para irse, sabiendo que si se quedaba más tiempo iban a besarse. Había tensión sexual en el ambiente, y no era sólo la imaginación suya.
"Ya sé para donde va esto, así que por el bien de los dos, me voy a casa" dijo sacudiéndose el pantalón para quitarle las arrugas que se habían formado de haber estado sentado tanto tiempo.
Mateo lo miraba hacer sus cosas, y no pudo evitar morderse el labio inferior. Se estaba exitando. Su mente comenzó a reproducir imágenes de la noche anterior, complicando el pacto implícito que se había formado entre los dos, el de mantener distancia.
"¿Y?" le dijo Manuel.
Mateo salió de su trance.
"¿"Y", qué?"
"Y que si me vas a abrir o te vas a quedar ahí sentado"
Mateo se levantó del sillón casi como con un resorte, diciendo "qué boludo no me había dado cuenta". Buscó las llaves con la mirada sobre la mesa principal y en la mesa ratona, sin éxito.
Sin darse cuenta, ya eran casi las ocho de la noche y el comedor y la cocina estaban a oscuras. Mateo no quería quedarse sólo porque se deprimía los domingos de invierno.
"¿Donde mierda revolee la llave?" se dijo para sí mismo en voz alta. "Manu ayudame a buscarla"
"La pu" contestó el otro prendiendo la linterna de su celular para alumbrarlo en su búsqueda.
La terminó encontrando Mateo, estaba colgada en el portallaves, donde siempre tendría que estar, pero nadie pone ahí. Milagro.
Se dirigió hacia el recibidor, y puso la llave en la cerradura, sintiendo la presencia de Manuel muy cerca suyo. Se relamió los labios inconscientemente. Tenía que besarlo, y no era sólo un capricho, era una necesidad.
Y sin querer pasó mucho tiempo con la llave puesta pero sin abrir la puerta.
"Mateo vas a-" y lo cortó su amigo, con la voz impacientada.
"¿Me das un beso de despedida?"
"Teo... ¿qué hablamos? Hace literalmente diez minutos"
"Dale Manu posta, el último y no te rompo más las bolas" dijo casi rogando. Se retractaría más tarde de eso. " Y no te preocupes por lo del enamoramiento, que de eso me encargo yo" terminó de decir mirándolo con cara de "yo se que vos también querés". Y tenía razón.
"Bueno pero es el último, eh"
"Sí, dale, cerrá el orto y chapame bien"
Sin preámbulos, Manuel agarró a Mateo de la cintura y lo pegó contra la puerta, haciendo que las llaves que estaban colgadas allí choquen entre ellas haciendo un chillido.
El menor lo sostuvo del rostro, y juntó sus bocas en un beso extremadamente necesitado, como si no se hubieran besado en siglos. Sus lenguas se entrelazaban como si estuvieran hechas la una para la otra, y sus cuerpos no podían parar de pegarse cada vez más.
Cuando se quedaron sin aire, Mateo llevó su boca al cuello de Manuel, mientras este bajaba una de sus manos al culo del otro para apretarlo y darle una (no tan) suave palmada. Mateo gimió en voz alta, volviendo a juntar sus bocas. Dada la buena respuesta del menor, Manuel lo palmeó de nuevo, esta vez más fuerte.
Incapaz de ocultar su exitación, Mateo resfregaba su erección contra la de Vainstein, sin contener sus gemidos, porque había descubierto que eso exitaba al mayor aún más.
"Sí seguís gimiendo así me vas a matar"
"¿Te gusta?" le dijo, casi ronroneando. Manuel agarró su culo con las dos manos y lo apretó de nuevo, quitándole otro gemido necesitado.
"Sí, me gusta"
"Dios Manu vamos a mi cuarto, no puedo más"
"¿Estás seguro?"
"Sí boludo, por algo te lo digo" contestó separándose de Manuel y acomodando su erección dentro de la bermuda, porque estaba tan dura que le molestaba. "Vamos" dijo, y comenzaron a caminar hacia las escaleras, hasta que una luz de la cocina se encendió desprevenidamente, recordándole a Mateo que no vivía sólo en la casa.
"De nuevo loco me estás jodiendo" dijo casi gritando. Quería llorar de frustración sexual. Necesitaba acabar, y más si sabía que lo podía hacer con Manuel, pero siempre pasaba algo. Esta vez, su madre despertándose de la siesta.
"Dios mío Mateo, son las ocho de la noche, ¿Por qué no me despertaste?" chilló. "Mirá la hora que es"
"No soy tu papá, mamá. No rompas las bolas"
"Te ubicas nene, eh" le dijo señalándolo con un dedo. Miró hacia el costado de su hijo y vio a Manuel allí parado.
"¡Manuu, mi amor! ¿qué haces por acá? ¿recién llegás?" le preguntó, ya que estaban los dos parados al lado de la puerta y con la llave colgada.
Manuel sonrió y se rascó la nuca.
"No, justo me iba"
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llorapija; trueplik
Short StoryPatético, sí. Mateo lo sabía, pero aún así no podía evitarlo. Era un llorapija. Un llorapija de la pija de Manuel, y la lloraba cada vez que podía, sabiendo que el mayor no iba a darle cabida nunca.