Mateo se levantó a la mañana siguiente con un malestar general en todo el cuerpo, se le partía la cabeza de haber dormido mal, y encima le dolía la espalda y los muslos por haber estado tanto tiempo semi arrodillado en la bañera de la casa de Daniel.
Aún acostado en la cama, agarró su celular que había dejado apoyado en la mesita de luz, y lo desbloqueó. Tenía algunas notificaciones de instagram, sus amigos lo habían etiquetado en varias historias sobre la noche anterior, y algunos mensajes no leídos de whatsapp, entre ellos uno de su madre que decía "te dejé canelones el el microondas, calentalos cuando te levantes".
Pero ningún mensaje de Manuel.
Sentía un nudo en su estómago, cosa que le pasaba siempre que estaba muy nervioso o preocupado por algo. Le latía el pecho fuerte, y le sudaban las manos. Necesitaba saber qué había hablado con Valentín, pero lo que más quería era saber si su amigo estaba enojado con él. No daba más de la incertidumbre.
Todavía en Instagram, stalkeó a Valentín para ver si había subido algo de cómo terminó su noche, o más específicamente, una foto con Manuel, pero nada.
Suspiró derrotado.
Se paró de la cama de golpe y sintió un fuerte mareo así que se tuvo que quedar sentado mirando a la nada por varios minutos. Cuando su cabeza dejó de dar vueltas, se volvió a parar y comenzó a buscar en el piso de su habitación algo para ponerse, ya que llevaba puesto sólo unos bóxers. Como no encontró ninguna joggineta, se puso una bermuda verde flúo de dudosa procedencia, y un buzo azul que pensó que había perdido. Le agregó un par de medias largas porque hacía bastante frío.
Cuando finalmente salió de su habitación, vio que toda su familia ya estaba acostada en sus respectivos cuartos durmiendo la siesta.
Y sí, era domingo a las 4 de la tarde.
Procedió a calentarse los canelones en el microondas, como le dijo su madre, mientras se tomaba un vaso de agua y un Ibuprofeno.
Se sentó en la mesa a comer, sólo y en silencio. Ni siquiera prendió la tele. Su casa parecía abandonada. Como era invierno, y casi las cinco de la tarde, por la ventana entraba un ápice de luz de sol anaranjada, lo que hacía todo más triste y nostálgico.
"Deme un día deprimente, no, no tan deprimente", pensaba Mateo.
Cuando iba por el segundo canelón, le llegó un mensaje. No iba a leerlo, pero al tercer pitido de notificación se hartó, y se fijó quién podría ser.
[manu]
teo
tas vivo?
nos juntamos a hablar?
De nuevo sintió ese nudo insoportable que se le formaba en el pecho, y las manos sudadas. Como pudo, le contestó.sisi toy despieryo
despierto
q pasó??[manu]
por lo de ayer
tas en tu casa no??Qué cortado del orto.
siisi
ahora vas a pasar?
Tardó menos de un minuto en responder, pero para Mateo fueron años.[manu]
estoy en la puerta
abrime
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llorapija; trueplik
Short StoryPatético, sí. Mateo lo sabía, pero aún así no podía evitarlo. Era un llorapija. Un llorapija de la pija de Manuel, y la lloraba cada vez que podía, sabiendo que el mayor no iba a darle cabida nunca.