SELFOCRACY 》CHARLIE WEASLEY

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Me encontraba sentada a mitad de la noche abrazando mis rodillas y observando el amplio lugar que era mi habitación. Tenía rastros de sudor frío aun sobre mi rostro, pero no quería moverme. No quería darle el gusto de saber que no lograba lidiar con las pesadillas, que no lograba salir adelante con ello.

Un suspiro débil se me escapo, notando, quizá por lo adormilada que estaba que las paredes trataban de encogerse cada vez que les echaba una mirada. Y no iba a admitirlo en voz alta, pero me daba miedo.

— Es solo... una ilusión— susurre, apretando mi cabeza en el hueco de mis brazos, impidiendo que pudiera verlas más y que mi cabeza maquinara todo a su gusto. Uno pésimo si me permitía decírselo.

Estaba harta de sentirme constantemente encerrada, me costaba respirar. Incluso en el amplio cuarto que tenía ahora para mi sola y que se había remodelado por mis padres uniéndolo con la habitación que colindaba a la mía, la de mi hermano. Con ello lograron que me sintiera más segura y con menos riesgo a tener algún ataque de ansiedad o de pánico, como los que solía tener al inicio cuando me encontraba entre las cuatro paredes reducidas de mi recamara. Los gritos, los llantos y las suplicas era algo que puso los pelos de punta de mis padres y de la pequeña elfina que pronto empezó a velar mis sueños.

Aunque, a pesar de tener todo el tercer piso para mí, el miedo era algo que no desaparecía. Y de alguna forma me sentía irritada por ello, no quería temerle a nada. No era la misma niña que fue atrapada en Hogwarts.

Las bóvedas... las bóvedas habían sido algo que Mira Runner marcó en nuestras vidas debido a su hermano mayor, Jacob. No esperaba que los demás se sintieran traicionados como yo, o que disfrutaran de los momentos de protagonismo que obteníamos frente al peligro. Pero... me sentía ansiosa por reencontrarme con ellos y revivir aquellos momentos increíbles y mágicos en Hogwarts.

Ultimadamente no había parado de pensar en ellas, incluso de bocetarlas en cuadernos o servilletas. De leer y releer información sobre ellas, llegando al punto de enviarles lechuzas con preguntas a Dumbledore quien amablemente me había respondido la mayoría de dudas sobre los extraños acontecimientos, maldiciones, etcétera. Aunque me aconsejaba que buscara algo mejor en que entretenerme, habían temas más interesantes según él que las bóvedas.

Pero para mí no había nada más importante que hubiera marcado mi vida.

Estaba obsesionada con ello. Tampoco me había molestado en ocultar mi ansiedad, enviando una carta a Mira, preguntando como se encontraba y que si tenía algo nuevo que contarme, con el afán de apresurar las cosas y que me contara si algo sucedía, si había quizá un ataque... o si me necesitaba porque estaba aburridisima. Porque quería ser necesitada, quería hacer algo útil. Y Mira atraía aquello, Mira era una mina de oro del peligro. 

Quería revivir muchas cosas.

No pude dormir en todo lo que quedaba de la noche. Me sentía agotada, pero no lograba pegar ojo a pesar de que mi amplia recamara estaba parcialmente iluminada ahora por pequeños y fríos rayos de luz que se filtraban por el ventanal circular que tenía a un costado. Un castañeo en la ventana me hizo parpadear algo recelosa a levantar la vista, observando como una bonita lechuza amarilla ingresaba empujando el vidrio con el pico, tenía dos cartas atadas a sus patas.

— Hola, chiquito— le salude queriendo darle un besazo, pero sabía que lo odiaba y tampoco tenía las ganas para molestarle, por ello tome las cartas con sutileza a pesar de querer rasgarlas de inmediato para averiguar si Mira me había contestado al fin.

P.H

¡U r g e n t e!

Estoy aburrida. He intentado hacer pociones nuevas pero... ¡nadie se anima a probarlas! Y yo no puedo, ya que podría ser algo mortal y solo yo puedo hacer la cura, nadie más lograría pensar lo mismo que yo. ¿Que dices de ser mi conejilla de indias? Animate. Te extraño.