1. Golden

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20 de junio, 2020


—Camille, ¡despiertaa! Tenemos que salir de aquí ahora mismo —alguien susurró a mi lado. Traté de abrir mis ojos, pero los rayos del sol entraban por la ventana dando en toda mi cara—¡Carajo, Camille! Levántate de una buena vez.

¿Quién demonios me despertaba de esa manera?

Cuando logré abrir mis ojos lo primero que observé fue a un chico totalmente desconocido para mí. Me levanté de la cama y caí en cuenta que estaba desnuda, el tipo solo me miraba con desesperación. ¿Me salió un tercer ojo o qué?

—¿Por qué estoy desnuda? —pregunté levantando mi ropa que se encontraba en el piso.

—Porque tuvimos sexo, genia —dijo como si fuera lo más obvio del mundo.

Claro.

—Oh, sí, lo siento. No recuerdo mucho de anoche.

—Te tomaste casi toda la barra, tiene sentido —explicó tratando de recordarme lo que pasó sin éxito alguno, claro.

—¿Y por qué tienes cara de que viste a algún fantasma? ¿tan mal estuvo?

—No, no es eso, pero ese no es el punto. Estamos en un hotel por si no te has dado cuenta.

—Sí, ya me di cuenta. Pero, ¿qué tiene que ver tu cara de asustado con que estemos en un hotel?—respondí al mismo tiempo que me vestía.

Siendo sincera no lograba entender.

—Bueno, abajo hay una camioneta negra con las lunas polarizadas desde hace treinta minutos y tengo un mal presentimiento.

—¿Y nunca has visto una? —cuestioné levantando una ceja.

En ese momento, algo dentro de mi mente hizo clic y me acerqué a la ventana con sumo cuidado, y efectivamente ahí estaba. La reconocí al instante porque era la misma camioneta que me venía persiguiendo hace una semana. ¿Por qué? O mejor dicho ¿quién? Tengo una idea de quién puede ser, pero no estoy segura.

—¿Ellos te han visto? —pregunté antes de que él chico pudiera responder algo.

—Creo que no. Además, no puedo saberlo, las lunas son polarizadas. Duh

Puse los ojos en blanco.

—Ok, tenemos que irnos de aquí... —lo miré para que me diga su nombre. No recuerdo casi nada de anoche, no me juzguen.

—Eduardo —contestó entre divertido y ¿asustado?

—Bueno, Eduardo, tenemos que salir de aquí ahora mismo y armar un plan de escape — expliqué apresuradamente.

—¿Por qué? ¿Los conoces?

—No. No sé quiénes son. ¿No hay un jodido teléfono para llamar a la recepcionista? —dije analizando la habitación. Di con un botón que estaba al costado de la puerta del baño.

Este hotel se me hace conocido pero no sé de dónde.

—¿No deberíamos llamar a la policía? —preguntó asustado.

—No es para tanto.

Tal vez sí lo era.

Presioné el botón que encontré hace unos minutos y empezó a sonar un teléfono en ¿el baño?. Eduardo me miró extrañado y levantó los hombros.

—¿Quién rayos pone un teléfono en el baño? —preguntó Eduardo.

Lo ignoré y cojí el teléfono.

Una vida llena de secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora