15. Sorpresas inesperadas (Parte I)

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Abrí mis ojos lentamente porque sentía que mi cabeza iba a explotar en cualquier momento.

Lo primero que sentí fue un brazo que me rodeaba la cintura, giré mi cabeza hacia mi costado y ahí estaba el chico de anoche. Cameron. Estaba sumido en un sueño profundo, se le veía súper tierno.

Dios, anoche fue intenso. Creo que lo necesitaba.

Noté que mi celular estaba en la mesita de noche así que lo tomé y tenía más de 150 llamadas perdidas de mis hermanos y mejores amigos. Ni qué decir de los mensajes.

Eran las 2 de la tarde.

Oh, Dios. Me iban a matar. Era un hecho.

—¡Mierda! —exclamé. La batería de mi teléfono estaba muerta.

Me levanté de la cama y pasé un rápida mirada por toda la habitación para localizar mi vestido. Lo hallé en una esquina, ¿cómo demonios llegó hasta ahí? Solo Dios sabe.

Cinco minutos después, estaba escribiendo mi número de celular en un post-it y lo pegué en la pantalla del celular de Cameron.

Salí de la habitación en puntitas para no despertar a nadie. ¿Aunque a las dos de la tarde quién podría estar durmiendo? Bueno, una nunca sabe.

Al llegar a las escaleras, examiné el panorama que tenia frente a mí y era un completo desastre. Por eso no me gustaba hacer fiestas en mi casa, porque luego tendría que limpiar todo el lugar y quién sabe con qué porquería me podría encontrar. Paso.

Bajé haciendo el menor ruido posible ya que habían personas tiradas en los sillones, en el piso; incluso encima de la mesa. Por suerte, ninguno de ellos eran mis hermanos. Podía seguir respirando en paz.

Una vez afuera, tomé el primer taxi que encontré y le indiqué la dirección de mi casa. En cada segundo que transcurría, estaba segura de que mis hermanos no tendría compasión alguna conmigo al matarme.

Después de unos diez minutos, ya estaba parada fuera de mi casa, debatiendo en mi mente si debería entrar o no. Luego de unos segundos, opté por la primera  opción. ¿Qué podrían hacerme aparte de arrancarme la cabeza?

Metí la llave en el cerrojo y la abrí. Al entrar a casa, noté que no había nadie a la vista así que corrí hacia las escaleras por si alguien aparecía.

—¡Camille! ¡Detente ahora mismo!

Mierda.

Giré mi cuerpo para enfrentar a mi hemano, pero para mi desgracia, no estaba solo. Estaban mis cinco hermanos en una fila cruzados de brazos y con el ceño fruncido. Qué Dios me ayude.

—Hola, mis chicos hermosos. ¿Cómo están? —hablé. Les dediqué la mejor sonrisa que tenía.

—Nosotros estamos más que perfectos. Mejor preocúpate por ti, hermanita —replicó Luke. ¿Eso era una amenaza?

—¿Por mí? Nah, yo también estoy perfecta como siempre —me encogí de hombros.

Sí, me estaba haciendo la loca.

—¿Dónde y con quién estuviste toda la noche? —cuestionó Sam en un tono serio—Y no me digas que con Sophie o Adrien porque tú sabes que no es así.

Doble mierda.

—Estuve con... —llevé mi mirada hacia Logan que tenía las cejas alzadas. Imbécil.

—Les dije —comentó Logan—. Ahora, mi dinero —abrió la palma de su mano y el resto de mis hermanos inmediatamente sacaron dinero de sus billeteras. Una gran cantidad, déjenme decirles.

Una vida llena de secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora