14. Como dos gotas de agua

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Oscuridad.

Eso era lo único que podía ver: Oscuridad.

Miedo.

Era lo único que sentía últimamente. El miedo nos nubla la visión, y no nos deja pensar con claridad. Pero sinceramente, lo último que quería era pensar.

Quería desaparecer.

—¡Cams! —canturreó alguien.

No, por favor. Ya no más.

—Oh, dulce, Camille. Tan hermosa como siempre —dijo esa horrible voz. No podía verlo, pero sabía que estaba frente a mí.

—Oh, no llores, Camille. Ni siquiera te he tocado —añadió divertido.

Las lágrimas habían empezado a brotar de mis ojos sin darme cuenta.

Maldito cerdo asqueroso.

Solo podía escuchar los pasos que daba él hacia mi dirección. Sabía lo que iba a pasar. Sabía a lo que había venido.

Sentí una mano acariciar mi rostro.

—Shh, Camille. No quiero hacerte daño —dijo suavemente—. Eres tan... preciosa.

Me quedé en silencio rogando que no me haga daño, otra vez. Solo quería largarme, quería desaparecer para siempre. Quería morir.

Su mano se separó de mi rostro y segundos después sentí  mis manos libres. Me había quitado las cadenas. ¿Por qué?

—Solo vamos a divertirnos —comentó como si me hubiera leído la mente.

Oh, no.

—No, por favor. Te lo suplico, déjame ir. Ya no quiero más. Por favor —supliqué llorando a la vez que el dejaba sus besos asquerosos por mi cuello.

—No, todavía no me divierto lo suficiente, Camille.

Me acercó más a él y no podía poner resistencia porque me podía ir mucho peor.

Miedo.

Repulsión.

Odio.

Venganza.

Me desperté de un tirón, estaba empapada por el sudor y con la respiración agitada.

Mierda. Solo quería olvidar, pero era imposible hacerlo.

Me arruinaron la vida por completo. Nunca había odiado tanto a alguien. Lo peor de todo es que esos hijos de puta siguen libres. Se escaparon.

Maldita policía incompetente. Maldito gobierno. Malditos todos.

Pasé una mano por mi rostro en signo de frustración y decidí levantarme de la cama.

Tomé mi celular que estaba en la mesita de noche. Eran las seis de la mañana del sábado.

¿Despierta un sábado a las seis? Genial.

Había pasado una semana desde que el desconocido me llamó para decirme que nos dejaría en paz y por ahora lo está cumpliendo.

Me dirigí hacia el cuarto de baño a lavarme la cara. Estaba segura que estaba hecha un desastre.

Salí y me senté en el borde de la cama. Resoplé.

¿Por qué mierda volvía a soñar lo que me pasó? Creía que estaba superado, o era eso lo que quería creer.

—¡Camille, tan hermosa como una flor!

Una vida llena de secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora