𝐏𝐑𝐎́𝐋𝐎𝐆𝐎

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La suave y fresca brisa que recorría las calles chocaba contra los rostros de la gran cantidad de gente que se movía por las amplias calles de Tokio. Los árboles de cerezo plantados que adornaban los caminos, aunque no tenían sus hojas al máximo esplendor como en primavera.

Aunque no todo el mundo se detenía a admirar tal maravilla de la naturaleza, pues las ocupaciones que cargaban eran de mayor importancia. Solamente unos pocos son los que se llegan a fijar en las cosas más pequeñas, invisibles para la mayoría.

En el campus de la Universidad de Bellas Artes la rutina de las clases volvía en el mes de Septiembre. Y, luego, volvían en Febrero, puesto que a principios de año todos estaban ocupados, por no decir que llegaban al punto del estrés o las crisis internas, con los exámenes. Y a la siguiente semana, todas las notas estaban publicadas. Dependiendo del resultado, se podía celebrar yendo de fiesta, estando en casa viendo series, hacer una pijamada. . . y, por el otro lado, llorar o rezar a Dios incluso siendo ateo.

A nadie le agrada mucho tener que volver a la faena para estar otros cuatro meses pasando la misma tertulia, por lo que aprovechan su tiempo de descanso para realizar cualquier actividad de ocio, olvidarse de tomar en sus manos un pincel, cincel o cámara.

Bueno, Doyeon no opinaba lo mismo respecto al tema. Su actividad a la hora del descanso variaba un poco: podía estar con su grupo de amigos charlando tranquilamente de cualquier tontería que les viniera a la cabeza o quedarse sentada en un banco con sus auriculares puestos mientras dibujaba la flora de los amplios jardines de su facultad, o del exterior.

El contacto del fino y afilado lápiz con el blanco papel del bloc de grandes dimensiones provocaba que los trazos fueran cortos, rápidos y fugaces, pero limpios y con una gran calidad a pesar del intento de sfumato que provocaba.

Los dedos de su mano derecha fueron al botón que encendía su móvil, dejando ver su curioso fondo de pantalla: era una mezcla de La noche estrellada de Van Gogh y La creación de Miguel Ángel. Puso en pausa la canción, quitando a su vez los auriculares de sus orejas.

Veía como la gente entraba en el edificio, señal suficiente de que se había acabado el descanso. Una pena. Aún le quedaba una pequeña franja del jardín y el disco de Imagine Dragons que anoche se descargó estaba por la mitad. De sus labios entreabiertos liberaba un suspiro de pesar que tenía contenido.

Mientras guardaba todos sus bártulos, disfrutaba por última vez esa brisa primaveral que no iba a sentir hasta horas después.

Las ondas generadas por el sonido de las voces ajenas en los pasillos rebotaban en su oído, siendo capaz de percibirlas pero sin enterarse del significado. Al menos hasta entrar en su correspondiente aula, donde la recibieron con un gran grito de alegría que llamaba la atención no solo de la propia Minami, sino de más de medio alumnado metido en aquel cubículo.

--- ¡Oye, enana! ¿De nuevo estuviste dibujando? Siempre te pierdes los mejores eventos.

--- ¡Oye! ¿No se supone que tu Facultad está en el edificio de al lado?

--- Sí, sí, yo también te extrañé, Do ---sus ojos azules hicieron un círculo perfecto mientras las comisuras de sus labios bajaban en un gesto de queja---. Encima que venimos a visitaros a pesar de estar en otras carreras.

--- Perdón, perdón ---se disculpó la femenina mientras se sentaba frente a ellos una vez pudo deshacerse de todos los materiales---. Es que estás en el último año de Criminología y- ---al notar una mano colgándose de su hombro, sus pies la hicieron dar un salto de la silla, provocando más risas--- ¡George! ¡No es gracioso!

--- ¡Oh, vamos! Después de habernos ido un año de erasmus, ¿así nos tratas? ---en los labios del rubio se formó un puchero, sabiendo lo sensible y fácil de convencer que era la Minami cuando ellos hacían ese tipo de expresiones tiernas.

𝐄𝐗𝐓𝐑𝐀𝐎𝐑𝐃𝐈𝐍𝐀𝐑𝐘 𝐘𝐎𝐔 ━ 𝐒𝐡𝐮 𝐒𝐚𝐤𝐚𝐦𝐚𝐤𝐢 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora