3. Cuando no sabés lidiar con el laburo

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Como la época de parciales se avecinaba, Darío apenas se cruzó con Alexis en las noches a la hora de dormir

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Como la época de parciales se avecinaba, Darío apenas se cruzó con Alexis en las noches a la hora de dormir. Se enteró por su padre que su primo había conseguido un empleo como repartidor en una pizzería, y que le había prestado su motocicleta para trabajar. Al parecer, había abandonado los estudios para concentrarse en el trabajo. Aquello le pareció bien, ya que si seguía así, pronto se iría a alquilar y tendría de nuevo su dormitorio. No era que le molestara compartirlo, sino que eran algunas de sus actitudes. Otras lo dejaba sumamente nervioso, y eso era lo que más le preocupaba.

Una noche estaba enfrascado estudiando para geometría cuando la puerta de abrió de golpe dejando entrar a un Alexis muy enojado y molesto. Lanzó la mochila hacia la esquina junto al ropero y soltó varias maldiciones.

Darío aprovechó la interrupción para quitarse los lentes, frotarse los ojos cansados y dejar un poco los cuadernos.

—¿Qué pasó? —se atrevió a preguntar con voz cansina. Tenía la voz un poco ronca, esperaba no resfriarse.

El muchacho recién llegado dio unos pasos torpes por la habitación antes de dejarse caer en el colchón inflable con un ruidoso suspiro resignado. Se tapó la cara con las manos y se quedó así por un rato.

—¿Alexis?

No respondió de inmediato. Dejó caer las manos y lo miró.

—Renuncié.

—¿Qué?

Con un movimiento rápido, Alexis se sentó, con las piernas abiertas y los codos en las rodillas. Tenía una expresión furibunda y molesta que a Darío le pareció que escondía más cosas de lo que quería mostrar. Parecía estar dolido, muy en el fondo de ese corazón duro y hostil.

—¿Por qué? —insistió Darío, volteándose hacia él.

Entonces Alexis se alteró, completamente molesto.

—¡Me hicieron ir de un lado a otro, me trataron para el ojete y la gente ni propina es capaz de dar! ¡El jefe tenía una cara de culo y le encantaba mandarme los pedidos más lejanos o en los barrios más complicados! ¡Me persiguió un perro, Darío! ¡Por poco no me come la pierna, man! —vociferó, exasperado, llenando el aire de ademanes—. ¡Y en una me meto en ese barrio del norte donde están los narcos, me cagué del miedo, loco, habían unos tipos que creo que tenían un arma! ¡Tenía ganas de dejar el pedido ahí mismo en la calle y salir corriendo!

Darío pestañeó, se pasó una mano por la frente y soltó una risita que calló a Alexis, quien lo miró como si fuera a asesinarlo en ese mismo momento. Por fortuna, sabía que esa fachada de badboy era solo eso, una fachada.

—¿De qué te reís?

—No has trabajado nunca, ¿verdad?

Alexis bufó, molesto, y se levantó, dando vueltas por la habitación. Darío se puso los anteojos y volvió a concentrarse en sus cuadernos. Hizo un par de ejercicios, unas figuras geométricas con precisión mientras sentía que su primo lo observaba, con los ojos clavados en su nuca en una sensación muy molesta.

—¿Vos sí? —preguntó entonces el rubio después de ese silencio incómodo.

—Sí, en los dos veranos pasados. En temporada es más fácil conseguir trabajo en Punta del Este —respondió sin quitar la vista de su cuaderno. Trazó un par de líneas y levantó los ojos, topándose con Alexis en cuclillas a su lado, con el mentón apoyado en el borde de la mesa y los mechones de pelo escapándole del moño. Tenía un mohín en los labios, con los cachetes inflados.

Le pareció un gesto demasiado infantil, demasiado tierno, y Darío se echó hacia atrás, con el corazón golpeteando nervioso por la cercanía.

—¿Dónde puedo conseguir otro laburo?

Darío bufó, balanceando la cabeza con incredulidad. Al menos Alexis estaba interesado en volver a intentarlo a pesar de las frustraciones que su primer empleo le había causado. Soltó un suspiro y le dio al botón de encendido de su computadora que estaba en el escritorio. Corrió un poco los cuadernos y le dejó espacio para que pudiera usarla tranquilo, y él se fue a buscar una silla del comedor para poder sentarse.

Aunque quisiera terminar la tarea, no pudo concentrarse. Tenía a su primo sentado justo a su lado, moviendo la pierna con nerviosismo, mientras revisaba sus redes sociales. De reojo pudo ver que lo habían etiquetado en unas fotos en una discoteca, con una vaso de cerveza y rodeando con los brazos a una muchacha de un lado y a un chico del otro. Sonreía como no lo había hecho desde que estaba viviendo con él. Seguramente era una fotografía anterior al accidente de sus padres.

Alexis esbozó una mueca triste y cerró todas las pestañas. Se quedó mirando la pantalla, con el cursor parpadeando sobre la barra buscadora. Darío lo miró.

—Puedes entrar en las páginas de supermercados, farmacias, pizzerías. Muchas veces tienen una opción que dice "trabaja con nosotros" —le dijo al ver que no tenía idea de qué hacer—. ¿Tienes ya armado un currículum? —Los ojos azules se fijaron en los suyos oscuros. Volvía a hacer un puchero con los labios—. ¿No?

Él negó con la cabeza y Darío soltó un suspiro, pensando que iba a tener que retomar su tarea más tarde. Estuvieron un buen rato mientras armaban un currículum, sacaban una foto decente y redactaban sus experiencias laborales y referencias. No le llegó a cubrir una hoja entera, pero se veía aceptable. Lo enviaron a varias páginas web e imprimieron varias también para que pudiera llevar personalmente a otros lugares.

—Gracias, man. Me salvaste la vida.

Alexis le sonrió con sinceridad, haciendo que Darío se sintiera abochornado por tal gesto.

Yey! Cómo están? Alexis comienza a mostrar su verdadera faceta

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Yey! Cómo están? Alexis comienza a mostrar su verdadera faceta. ¿También, cómo él, han pasado por situaciones que en el momento les dio miedo y luego, al contarlo, era más chiste que anécdota?

 ¿También, cómo él, han pasado por situaciones que en el momento les dio miedo y luego, al contarlo, era más chiste que anécdota?

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