El timbre insistente de una alarma lo despertó. Aún tratando de aferrarse al mundo onírico, Alexis se revolvió inquieto y apretó los párpados, sacando solamente el brazo buscando el teléfono para apagarlo. Su mano se topó con el vacío, el suelo ya no estaba al alcance y dio un brinco, asustado y abriendo los ojos.
Su celular sonaba en el piso junto a su desinflado colchón y él se encontraba sobre la cama de Darío. Se había olvidado por completo lo que había ocurrido en la noche, y se estiró de inmediato para agarrar el teléfono y apagar la molesta alarma. Una picazón en la garganta le indicó que quizá su primo apestoso le había contagiado la gripe y se dio la vuelta para corroborar que él seguía a su lado. Se quedó contemplándolo mientras él respiraba ruidosamente con la boca entreabierta, con la cara metida en la almohada. Tenía el cabello oscuro enmarañado, la barba incipiente se asomaba en su rostro y notó que tenía un lunar justo debajo del lóbulo de la oreja, al finalizar la línea de la mandíbula.
Le dolía también la cabeza. Tenía ganas de pegar un faltazo al trabajo. Chasqueó la lengua diciéndose que sí, que no iba a pasar nada que faltara un día y se volvió acurrucar para seguir durmiendo, pero las ganas de orinar le vencieron y se levantó para ir al baño. Salió al pasillo restregándose un ojo cuando oyó las voces de sus tíos en el living. No le hubiera dado importancia si no hubiera escuchado su nombre en la conversación susurrada.
Tratando de no pensar de forma negativa —pero sin evitar que su mente formulara un montón de escenarios en los que Héctor terminaba por echarlo a la calle—, se quedó parado en el pasillo fuera de la vista de sus tíos, a una distancia audible de lo que hablaban.
—...Y una cama y un colchón nuevo son como diez mil pesos* —dijo Héctor con un suspiro. Podía imaginárselo pasando la mano por su calvicie, como lo hacía su padre—. No podemos gastar tanto.
—No vas a dejar al Ale durmiendo en el piso como un perro —replicó Julieta en un tono severo—. Tampoco podemos obligar a Darío a compartir su cama como si fueran dos niños en una pijamada.
Oyó que su tío soltaba un suspiro pesado, cargado de frustración e impotencia. Lo único que rompió el silencio que vino después fue el ronquido del mate que alguno de los dos acababa de tomar. Alexis había olvidado que su tía iba a revisar a Darío temprano en la mañana por su gripe, por lo que seguramente los había visto durmiendo juntos. Por lo menos no se lo habían tomado mal o con segundas intenciones, era lo menos que quería en ese momento. Su primo no se merecía meterse en problemas por su culpa.
—Puedo sacarlo en la tarjeta —añadió Julieta, dubitativa.
—Las tarjetas son un cáncer. Cuando termináramos la heladera ibas a darle de baja.
—Sí, Héctor, pero creo que tenemos que hacer una excepción esta vez.
Alexis abrió la puerta del baño antes de oír la respuesta de su tío, con un nudo en la garganta y una picazón en los ojos. Por más que quisiera, no iba a poder faltar al trabajo como había deseado. Esa sensación espantosa de sentirse una carga inútil se instaló en el fondo del estómago, llenándolo de pesadez y angustia. Tenía muchas deudas con sus tíos y debía empezar a pagárselas.
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De música y números
Teen FictionDarío debe compartir su cuarto con su primo Alexis. Pronto comienza a sentir algo por él que intenta rechazar y esconder. 🎸📚 Alexis ha quedado huérfano. Sus padres fallecieron en un accidente de tráfico y ha quedado tirado al viento, con su guitar...