18. Cuando no querés hablar

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Darío se quedó en el sofá jugando a un juego en el celular, tratando de distraerse mientras acariciaba a Geralt con la otra mano, dormido sobre su estómago mientras él se había tendido con las piernas apoyadas en el reposabrazos

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Darío se quedó en el sofá jugando a un juego en el celular, tratando de distraerse mientras acariciaba a Geralt con la otra mano, dormido sobre su estómago mientras él se había tendido con las piernas apoyadas en el reposabrazos. Quería evitar ir al dormitorio y estar a solas con Alexis, y no sabía cómo rayos iba a poder esquivarlo el resto de su vida si vivían en la misma habitación.

El recuerdo del beso hizo que se le revolviera el estómago de nervios otra vez, y se tapó la cara con un brazo.

—¿Estás bien? —le preguntó su madre desde el comedor. Podía oír el ruido de la ducha y el olor a café que Julieta estaba preparando para su primo. Pronto tenía que irse para no cruzarse con él.

—Sí. Cosas del CERP.

Mientras se levantaba con cuidado para dejar al minino que siguiera dormitando en el sofá, pensó que podía perder el tiempo en un paseo por la rambla. Le iba a venir bien tomar aire fresco y bajar los humos. Había hecho una estupidez y debía encontrar una forma de remediarlo. La puerta del baño se abrió justo cuando pretendía ir por su billetera, así que dio media vuelta justo en el comedor y lo ignoró. 

—Ma, voy a dar una vuelta.

Julieta surgió desde la cocina con una expresión confundida.

—¿A dónde vas tú solo?

—Voy a comprar unas cosas que necesito para un trabajo para mañana —respondió mientras se removía inquieto.

Su madre aceptó aquella respuesta, recordándole que avisara si se demoraba y si sabía el número de la casa por si le pasaba algo. Aún estaba sentida por la desaparición repentina de Alexis, se le notaba, pero se veía también aliviada.

—Aguanta que voy contigo. —Su primo asomó la cabeza por la puerta entreabierta del dormitorio, mientras se colocaba un canguro. Se había vestido demasiado rápido para desgracia de Darío.

—Sí, me quedo más tranquila si vas con él —le dijo Julieta y Alexis le sonrió.

—¡No! Estoy bien, voy solo.

Darío aprovechó que su primo se puso a peinarse frente al espejo del pasillo para agarrar su billetera y escabullirse, pero cuando salió a la vereda, Alexis le dio alcance. Soltó un bufido resignado, sintiendo los nervios comiéndole el estómago y trató de ignorarlo lo máximo posible. Sabía que se estaba portando como un niño, pero no tenía idea de cómo comportarse en su presencia después de su metida de pata.

Alexis no dijo nada mientras caminaron las pocas cuadras que los llevaba a la avenida. Ya allí, con el ruido del tráfico y la tranquilidad de las veredas, le dio un codazo a Darío que lo tomó desprevenido.

—Che, mijo, cantame la posta. A vos, yo...

—¿Qué hice para que creas que no te banco, eh? No sos un estorbo, ni ahí —le interrumpió, queriendo desviar el tema sabiendo que él iba a hacer preguntas que no quería contestar—. Estábamos todos preocupados por si te había pasado algo, nadie quiere que mueras.

De música y númerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora