17. Cuando no te contenés

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 Darío pensó en salir a buscarlo

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Darío pensó en salir a buscarlo. Su cabeza comenzaba a crear sucesos fatídicos tras otro, pero también quería tachar esos pensamientos asegurándose que él no cometería una estupidez. Se quiso tranquilizar pensando que se había emborrachado y se había quedado a dormir en algún lado, pero ya eran las cuatro de la tarde y no tenían noticias. 

Se pasó la mano por el pelo con frustración, sintiendo el estómago echo un manojo de nervios. Caminó un poco más por la habitación, husmeando el celular y stalkeando el perfil de Instagram de Alexis por si publicaba algo, pero no había nada. La última conexión de WhatsApp había sido el día anterior, sin cambios.

Entonces, como si nada hubiera ocurrido, la puerta del dormitorio se abrió. Darío se quedó inmóvil al ver a Alexis entrar arrastrando los pies, el cabello desaliñado, ojeras y la expresión cansada. Olía a una mezcla de alcohol y perfume y al ver a su primo mirándolo inmóvil, también se detuvo.

—¿Qué te pasa, bó? —largó, terminando de entrar y cerrando la puerta detrás de sí.

—¿Dónde carajos estabas, eh? ¡Mamá está como loca porque no volviste ni respondías el teléfono! ¡No durmió! —exclamó Darío, molesto por la despreocupación que mostraba. Él tampoco había podido dormir bien, pero no lo iba a confesar.

Alexis se quitó despacio la campera que llevaba puesta —que era de su primo— y se apoyó en el escritorio soltando el aire mientras miraba el techo. Sus manos se aferraron al borde de la mesa, sosteniéndolo por el cansancio que sentía.

—Me quedé sin batería.

—¿No podías avisar al menos?

—No me sé ningún número, mijo, ¿qué querés? —Alexis se encogió de hombros, girando el cuello mientras se masajeaba el hombro. Darío se le quedó mirando incrédulo—. ¿Qué? Ni que te importara lo que me pase, nunca te importó. Soy un estorbo que nadie quiere porque soy un inútil y estoy ocupando espacio en tu cuarto. Nunca quisiste que estuviera aquí en primer lugar...

Su primo pestañeó intentando entender de qué hablaba, porque seguro aún estaba un poco ebrio.

—¿De qué estás hablando, eh?

—Que si me hubiera muerto hubiera sido un alivio, ¿no? A nadie le importo, soy una carga para tus viejos, vos no me bancás porque siempre me estás tratando pal culo y...

El escritorio rechinó cuando Darío se abalanzó sobre Alexis y lo empujó contra él. Sus manos firmes se posaron a cada lado de su cuerpo y sus labios callaron los de su primo en un intento de detener las tonterías que estaba soltando. Le molestaba saber que lo hacía todo mal, haciéndole creer que lo odiaba, cuando siquiera sabía cómo lidiar con sus propios sentimientos.

Su corazón disparó al sentir que era correspondido, golpeando desbocado queriendo salir de su pecho. Alexis lo atrajo clavando los dedos en su espalda como si temiera que se esfumara. Se buscaron con más ansias, con ganas y deseo, y dejaron que sus lenguas se enroscaron en una danza frenética y desesperada.

De música y númerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora