Hacía frío pero Alexis estaba tan enojado, molesto y dolido que apenas lo sintió. Caminó a pasos largos y rápidos por las calles en penumbras con las manos metidas en su canguro y la capucha echada sobre su cabeza. Pensó que debería insistir en el tema de encontrar un empleo para irse a alquilar, o de última, preguntarle a alguno de sus amigos si podía compartir la vivienda. Sin embargo, recordó que ya no hablaba con la mayoría de ellos.
Soltó un suspiro y se talló los ojos con las palmas de las manos mientras llegaba a la escuela del barrio. Se recostó en el borde del muro con las espalda contra las rejas y miró el suelo con los pensamientos negativos revoloteando en su cabeza. Las calles estaban desiertas y soplaba una brisa helada que se le colaba por la ropa. No había ningún ruido, salvo el esporádico tráfico de la avenida que estaba a una cuadra y el ladrido de algunos perros que no tenían noción de lo tarde que era.
Tanto en aquel lugar aleatorio en la ciudad, como en el dormitorio de Darío, se sentía tan solo como aquella escuela desierta. Estaba desorientado, perdido y fuera de sí, ajeno a la nueva vida con la que se había chocado de frente. El viejo Alexis, el que salía de fiesta los fines de semana, que estudiaba solamente para complacer a sus padres y que vivía holgazaneando cada vez que podía había muerto en el mismo accidente que Hugo y Liliana.
Un maullido lastimero lo sacó de sus pensamientos y giró de forma involuntaria hacia el origen del sonido. Había un gato gris y blanco metido entre la pared de la escuela y la pilastra donde estaba la caja de luz eléctrica. Alexis se agachó estirando la mano para tocarlo, pero el minino retrocedió maullando aún más. Estaba flaco y descuidado.
Le chistó para llamarlo, luego lo arrulló mientras lo tomaba con una mano —era tan escuálido que casi cerraba los dedos alrededor de él— y lo pegó contra su pecho.
—Che, ¿también estás abandonado?
El gato no dejó de maullar, entre asustado y nervioso. Le acarició entre las orejas para tranquilizarlo, pensando que aquel animalito no era tan diferente a él. Jugueteaba con su pulgar, mordiéndolo seguramente muerto de hambre y Alexis se dejó.
—¡Eh, Alexis!
Se irguió con el gato contra el canguro y la expresión impávida, reconociendo la voz de su primo. El ruido de sus pasos contra la calle de tierra y balastro lo alcanzó, y la figura de Darío surgió doblando la esquina.
—Perdón, en serio, disculpame, eh —dijo con rapidez mientras se acercaba jadeando por la pequeña corrida—. No jodes, no quise decir eso. Es que estos días he estado muy estresado y...
Se detuvo frente a Alexis y frunció el ceño mientras observaba a la bola de pelos que sostenía su primo.
—Ah, qué chiquitito, pobrecito —soltó entonces al darse cuenta del gato flaco y pequeño. Se inclinó, estirando una mano para acariciarlo también.
Alexis hizo una mueca, estirando los labios hacia un costado resignándose. Cuando se trataba de Darío, había algo que le impedía mantenerse enojado con él por mucho tiempo. Verlo aflojarse al ver al pequeñito en sus manos también ayudó a tranquilizarlo.
—Me porté como un boludo yo también —soltó casi murmurando. No solía disculparse porque odiaba admitir que había echo algo mal. Sin embargo, necesitaba decirle algo para que ese clima espantoso que se había instalado entre ellos se disipara.
Darío bajó la mano y levantó el rostro para mirarlo. Alexis le esbozó una pequeña sonrisa que él devolvió con nervios por la proximidad. Volvió a acariciar al gato para tener las manos ocupadas y su primo se movió más cerca, con el lado del cuerpo pegado al suyo para acercarlo al minino.
—¿Lo vas a llevar a casa?
A Alexis se le estrujó el corazón al escuchar que lo incluía como un miembro más de la familia. Su presencia, tan cercana, hizo que se percatara del frío que había afuera y del calor que Darío emanaba a su lado. Siempre había estado molestándolo, encantado con ponerlo nervioso, pero en ese momento lo único que quería era que no se moviera para no volver a estar solo y helarse el alma.
—¿Tu viejo no se va a poner ortiva? —preguntó con cautela.
—Nah. —Darío apartó la mano así que recibió un arañazo mientras el pequeño jugaba con sus dedos—. Es un tierno, a mamá le va a encantar.
Alexis volvió a sonreír, con la calidez llenándole el corazón después de tanto tiempo. Darío le hizo señas con la cabeza hacia la calle y ambos deshicieron el camino volviendo a la casa. Cuando llegaron, Héctor estaba dando vueltas por el comedor, una botella de cerveza en las manos, pero se quedó inmóvil cuando los vio entrar juntos. Tenía una expresión preocupada que disolvió al instante.
—¿Qué van a hacer con ese gato? —largó, acercándose.
—Está abandonado y con hambre y Darío dijo...
—Le dije que lo podíamos traer —completó con más seguridad, porque Alexis aún parecía un poco inseguro con que su tío aceptara la nueva mascota.
El hombre se irguió, perplejo ante el rumbo que había tomado la situación de los muchachos. Los señaló a ambos con el índice de la mano que sostenía la bebida.
—Ustedes se van a hacer cargo de esa cosa peluda. Saben que un animal lleva tanto cuidado como un hijo, así que si lo adoptan, pasarán a ser sus padres. Y yo no voy a estar limpiando cagadas ni meadas. —Tomó un sorbo del pico de la botella, suspirando más tranquilo—. Y Dario, ¿podrás buscar a tu madre? No estoy en condiciones —añadió, levantando la bebida para indicarle que había tomado demasiado y la dejó sobre la mesada de la cocina para ir a dormir.
Aceptaron de buena gana las condiciones de Héctor sobre el gato. Darío fue directo a la heladera para sacar jamón y su primo, mientras sostenía el animalito chillón con una mano, agarró un tupper viejo de helado para que su primo dejara allí lo que iba picando de fiambre. En silencio, trabajando en equipo en pos de la salud del minino, se fueron al dormitorio y Alexis le cedió una de sus mantas —la más vieja— para improvisarle una cama.
—Mijo, capaz que mañana habría que llevar a Geralt al veterinario, ¿no?
Darío lo miró sorprendido, mientras le daba trocitos de jamón en cuclillas al lado de la manta.
—¿Geralt?
—No es un lobo, pero es blanco... con gris. —Alexis se encogió de hombros mientras se sentaba en el suelo a su lado. Le palmeó el hombro y le sacó lo que quedaba de fiambre de las manos—. Andá a buscar a tu vieja, yo me encargo.
—Dale, gracias.
Alexis lo observó mientras se levantaba y agarraba un abrigo para salir. Quería agradecerle por el apoyo, no solo con el gatito, pero las palabras quedaron atoradas en su garganta sin saber ordenar sus pensamientos. Darío se fue y se quedó con Geralt trepado en sus piernas, recordando que a su madre también le encantaba los gatos pero era alérgica, aunque le había dicho que le regalaría cuando tuviera su propia casa.
Y le dolía saber que no podía contarle que ahora tenía uno.
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De música y números
Novela JuvenilDarío debe compartir su cuarto con su primo Alexis. Pronto comienza a sentir algo por él que intenta rechazar y esconder. 🎸📚 Alexis ha quedado huérfano. Sus padres fallecieron en un accidente de tráfico y ha quedado tirado al viento, con su guitar...