Capítulo 5.

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21:00

La hora de cenar había llegado y todos se reunieron en el amplio comedor. El lugar era digno de la clase alta del siglo XIX. El techo era alto, y de él colgaba una lámpara tipo araña que alumbraba perfectamente la estancia. Quienes no habían estado ahí antes se asombraron al ver aquella grandiosidad. 

No faltaba nadie; Rosemary y Harry, Carl, Megara y sus hijos y Shannon y Clyde sin Marco e Ivan, éstos últimos se quedarían en casa de sus abuelos, para que así, sus padres tuvieran unas tranquilas vacaciones.

–¡Chicos! ¡Traigo vuestra cena! –dijo Megara emocionada mientras venía con dos fuentes que contenían ensalada de marisco– Clyde y yo os lo hemos preparado todo. ¡Espero que os guste!

–Lo mismo digo –en la voz de Clyde se notaba un brillo, algo así como seguridad.

–Gracias cariño –dijo Shannon con un tono de voz muy dulce acompañada de una sincera sonrisa-. Me encantan tus ensaladas de marisco.

–¿Pero Clyde cocina habitualmente? Carl, deberías aprender –éste dio un respingo muy gracioso con la boca llena y todos los presentes estallaron en carcajadas.

–Megara, no tengo tiempo, entre el taller y los niños sólo me las arreglaría para comer comida precocinada, si no fuera por ti –justificó, dándole un beso en la frente a su esposa.

–Lo sé pequeño, me gusta cuidarte –le acarició la cabeza como si fuera un niño pequeño y volvieron a reírse.

–Oh, por cierto, ¿sabéis qué estudiará Tania? ¡Ingeniería de energías renovables! –su padre gritó muy emocionado.

–¿De verdad? Yo estuve a punto de hacer renovables pero al final me decanté por mi amada química –dijo entusiasmado Clyde.

–¡Es verdad! –Shannon empezó a reírse acompañado de Clyde, cómplices de alguna situación–. Me acuerdo que hasta el último día que se podía enviar la matrícula no decidió nada, y ¿sabéis cómo lo decidió? –todos negaron con la cabeza–. ¡Se emborrachó en su habitación!

El comedor se llenó de risas durante un buen rato.

Cuando Clyde pudo recuperar el habla, espetó:

–Que conste que estaba muy indeciso y ya que dicen que los borrachos dicen la verdad, le dije a Shannon que rellenara la inscripción de la carrera que yo dijera. 

–Desde luego, una forma muy objetiva de decidirse –añadió Harry–. Y cuando acompañas a tu mujer a comprar ropa y ella te pregunta si algo le sienta bien, ¿Qué haces? ¿Sacas la petaca en la tienda? –los presentes se sorprendieron del comentario de Harry pero igualmente fue recibido con alegría.

–No, hombre no. A Shannon todo le queda bien, siempre y cuando ella se sienta a gusto –guiñó un ojo en dirección a Shannon y ésta le devolvió un ligero enrojecimiento de mejillas.

El resto de la velada fue muy agradable, hablaron de muchos temas, aventuras y anécdotas. Todos se sentían muy a gusto, con la excepción de Rosemary y Tania. La primera no dijo mucha palabra y tampoco reía de los comentarios de su marido. No parecía que estuviera allí, no al menos mentalmente.

Tania ni siquiera probó la suculenta comida. Iba llegando la hora de salir de allí y no sabía cómo lo haría, pues todos estaban encantados y no veían hora de retirarse. Pero estaba segura de que asistiría a aquella quedada, sí o sí.

Efímera mortalidad {Editando}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora