Innsbruck, abril de 2014, 11:45
La casa del matrimonio que componían Rosemary y Harry era un apartamento antiguo recientemente reformado. Se encontraba en la calle Herzog-Friedrich Strasse, una de las calles más importantes de la ciudad. Las fachadas del edificio eran naranjas, pues allí era costumbre tener las viviendas de colores.
Harry estaba repasando en su despacho privado la última propuesta para la forma del nuevo puente de la ciudad, ya que era concejal de urbanismo.
Su mujer, Rosemary, entró de repente.
–¡Rosemary no me molestes, estoy trabajando! –Dijo fríamente antes de que ella pudiera siquiera abrir la boca.
–Perdón –respondió ella desganada–. Carl y Megara han llamado, en 3 horas nos reuniremos con ellos y la otra familia en Salzburgo para partir hacia el lago que está cerca de Bischofshofen. ¿Te acuerdas qué bien lo pasamos allí hace ya 6 años? –Preguntó feliz, mientras se peinaba con los dedos su claro cabello.
Harry la miró, algo exasperado. Pero no tenía gana alguna de que su mujer se molestara, de modo que no expresó nada en su contra.
–Lo siento cariño, no puedo hablar. Tengo que hacer unos trabajos y me prepararé. Luego hablamos –dijo Harry rotúndamente.
A Rosemary se le borró la sonrisa de la cara. Muchas eran las veces en las que su marido era cortante o poco educado. Aun así, lo quería con todas sus fuerzas. Él le daba el punto de realidad a su vida. Por decirlo de alguna manera, le sostenía los pies en el suelo. Ella era más pasional, más subjetiva, más acogedora. Eran polos opuestos. A veces se preguntaba qué hacía con aquel hombre de grises ojos y pelo canoso, pero cuando lo miraba todo atisbo de duda se esfumaba.
Estaba seguro que pronto estaría preparado por lo que fue a dar un último vistazo a todas las cosas que necesitarían. Después, peinó correctamente su rubio cabello. Rosemary era la típica mujer caucásica de ojos azules y pelo rubio. Nada en ella destacaba mucho, pero a la vez era una mujer guapa, a pesar de sus 50 años. Podría decirse que se conservaba perfectamente.
Cuando Harry acabó el trabajo, se quedó mirando por la ventana, absorto. Nunca absorto en sus pensamientos ni en sus quehaceres, sino en nada, absolutamente. Le gustaba mirar a la ciudad, a los grandes edificios que la poblaban, imaginándose a las que en alguna época la poblaron. Era arquitecto de profesión y de corazón. No le gustaba ese dicho pero en el fondo le hacía gracia, pues era lo que decían sus compañeros de la universidad.
A Harry, a diferencia de su mujer, los años lo habían dañado más. Tenía el pelo canoso y una expresión cansada, acompañada de varias arrugas en la cara.
Pasados diez minutos, se levantó y cogió su abrigo y las llaves del Audi. Casi se olvidó la cartera pero Rosemary la había dejado en la mesita del pasillo.
Ella siempre atenta.
–Rosemary, estoy preparado. ¿Qué tal vas tú?
–Estoy lista desde hace un rato, vámonos –contestó enérgicamente.
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Tenéis en multimedia una foto de la calle en la que viven Rosemary y Harry. Se supone que la suya es esa anaranjada que se ve a la derecha.
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Efímera mortalidad {Editando}
Misterio / SuspensoTres familias, diferentes pero a la vez parecidas, pasarán unas vacaciones en un lago de Austria. Misteriosos acontecimientos sucederán y eso les hará dudar unos de otros. ¿Debe Tania temer a algo? ¿Tal vez sólo sea su imaginación? ¿En quién debe co...