Capítulo 10.

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6:30 

Shannon abrió los ojos y se encontró con la perfecta imagen de su marido durmiendo. Parecía un ángel. Inevitablemente sonrió y como si se le hubiera activado algo, Clyde abrió sus ojos. La sonrió ampliamente, dejando ver sus perfectos dientes. Hasta recién despertado era hermoso. 

–Buenos días, bonita. 

–Igualmente –se dieron un corto beso– Clyde tengo que contarte algo. 

–Sí, yo también –dijo un poco preocupado–. Puedes empezar.

–No sé qué opinarás pero tengo que decirlo. Creo que algo malo pasa aquí –Clyde frunció el ceño–. No me refiero a ti, sino al lugar en sí. Todo es un tanto extraño. ¿No crees?

–Totalmente. Ayer a la noche salí un momento para tomar un poco el aire y en el suelo del pasillo vi manchas de sangre –Shannon se llevó las manos a la boca–. Es cierto, no te miento. Además, escuché cómo una persona venía desde el fondo del pasillo. No me apetecía esperarle así que volví. 

-–Entonces fue que entraste corriendo a la habitación, ¿Verdad? –Clyde levantó una ceja– ¡No me mires así! Justo entonces me desperté. 

–Bueno, si tú lo dices. El caso es que fue muy extraño.

–Estoy de acuerdo. Tenemos que investigar. Me siento un poco insegura aquí. Prométeme que si algo malo pasa o creamos que pasará nos iremos de aquí –dijo Shannon cogiendo con sus manos las de Clyde.

-–Por supuesto. En cuanto veamos problemas huiremos, tenemos más familia fuera de aquí –una fugaz sonrisa se le escapó, aunque cuando volvió a la realidad se evaporó– ¿Tienes alguna suposición?

–No, la verdad es que no. Cuando pase algo la tendré, sino...–posó dos dedos en su barbilla en señal pensativa– haré alguna llamada.

Clyde asintió y se dirigió al baño. En aquel momento Shannon comprendió que no serían unas convencionales vacaciones las que vivirían. Intentando no pensar en nada negativo, centró su mirada en un conocido lugar.

–Sé que me estás mirando el trasero –dijo Clyde desde el baño.

-Si te apartas no puedo seguir mirándolo. -le reprochó con una sonrisa juguetona.

–Lo siento, no era mi intención que no pudieras seguir mirando.

Acto seguido, Clyde caminó hacia atrás sin darse la vuelta y puso el trasero en pompa. Su mujer estalló en carcajadas que pronto se verían acompañadas por las de él.

6:45

¡Qué placer! Aquel amanecer era precioso, pensó. La luna estaba apacible, donde siempre se encontraba. Sin esperarlo, el sol intentó relevarla, a lo que ella se opuso. Lucharon con fuerza, oscuridad contra luz. Al final, el sol salió ganador, triunfalmente, dejando, empezando por el este, un cielo anaranjado tras de sí. La luna se retiró abatida y confusa. Eso sí, tenía pensada una revancha para dentro de unas horas. Escuchó a su marido llamarla desde la cocina y levantándose del sillón, se dirigió al lugar donde se encontraba él. 

Su marido lucía cansado,  como si hubiera dormido poco. El pelo lo tenía perfectamente peinado, tal y como le pedía siempre Rosemary que lo llevase. Vestía elegante, no muy excesivamente. Siempre llevaba un aire de gentleman consigo, lo hacía sin querer, era su naturaleza. Sujetaba una taza de café en ambas manos. Ofreció una a Rosemary, a lo que ella aceptó. Dio un sorbo y se deleitó de su calor y dulzura. Le encantaba que él se la preparara así.

Harry la acerco hacia sí, abrazándola con sus grandes brazos. Ella se sintió muy a gusto y protegida. Tenía pensado pedirle explicaciones o algo. Lo único que quería era aclarar algunas cosas. Se apartó de él mirándolo a los ojos. 

–Harry, ¿Donde estabas anoche? –preguntó inocentemente.

–Estaba en la cama, contigo –dijo algo sorprendido.

-–No, claro que no. Me desperté y no estabas. Ahora, sin mentir, dime dónde te encontrabas –fue un tono claro y neutro, tranquilo.

–Vale, está bien. No estaba en la cama, no. Estaba en el bosque –Rosemary puso cara de desaprobación–. Fui a recogerte esto –de un cajón sacó un ramo de flores precioso, hecho de irises y rosas rojas–. Toma, espero que te gusten.

–Eso es mentira. ¿Dónde estabas realmente? –ignoró su regalo y empezó a ponerse roja de ira, quería saber la verdad– ¿Por qué me mientes tanto?

–¡Yo no te miento! Oye, si no confías en mí no es mi culpa. No he hecho nada para tales acusaciones. Sabes de sobra que te quiero y haría lo que fuera que me pidieses –la última frase la remarcó.

–Sí, sé que haces lo que te pido pero eso no me basta.  

–¿Qué quieres que haga? ¿Que me tire de un puente para demostrar mi amor hacia ti? Me tienes muy confundido Rosemary; un día me pides que haga cosas en tu nombre, otro día no confías en mí...–se lamentó triste.

Rosemary cogió el ramo de flores que aún sostenía Harry. Vaya, si que eran bonitas, pensó. Pero no podía aceptarlas, aquel cretino hacía con ella lo que quería y para agradecérselo, ¿Le daría un beso? No, claro que no. Su expresión adaptó más furia y le tiró el ramo a la cara. 

–Regálaselas a tu amante –dijo fríamente.

–¿Qué amante ni que niño muerto? ¡Por favor, Rosemary, vuelve a la realidad! –Harry empezaba a cabrearse.

–La realidad es que no me quieres.

–Sabes que te quiero más que a nadie o nada. Siempre lo he hecho –dicho esto, le dio un suave beso en la mejilla y se fue de la cocina. Cuando estaba en la puerta se dio la vuelta y añadió–: Que conste que me enteré de que no estuviste toda la noche en la habitación y no te lo he echado en cara –le mando una mirada que no supo descifrar y se alejó lentamente.

–¡Al menos yo no hacía nada malo! –gritó fuerte, para que su marido la escuchara.

Harry dejó de caminar y dio media vuelta. Abrió la boca para decir algo pero no lo hizo, simplemente hizo un gesto de negación con la cabeza y continuó su camino.

Rosemary se quedó pensativa. Se sentía insegura con él. Aunque a veces era lo más seguro del mundo. Tenía un embrollo de sentimientos del que no sabía cómo salir. Sí, claro, le encargaba algunas tareas que realmente debía hacer ella pero eso no significaba nada. Además, él podía imaginarse donde estuvo, no tenía que acusarla de nada.

 7:10

Ni siquiera entendía que hacía allí a aquellas intempestivas horas. Analizó todo el suelo en busca de pistas. Ni rastro de Hanna. Necesitaba encontrarla. No importaba su estado, aunque tenía pocas esperanzas, no quería pensar que había muerto. Mucho menos se quería imaginar cómo.

Avanzó entre los arbustos dejando atrás la mansión. De día era igual de temible que de noche. No había vuelto a sangrar pero la posibilidad seguía allí. Aún siendo una persona positiva no podía parar de pensar en que se podía desangrar. En un par de días su vida había tenido experiencias demasiado abrumadoras.

Paró en seco. ¿Qué estaba haciendo? Se desconocía totalmente. No había dicho nada sobre Hanna, ni siquiera a la policía. Si realmente tenía una esperanza de algo bueno, ¿Por qué no avisar a nadie? Inevitablemente empezó a llorar. Se sintió un poco mareada, por lo que se sentó y se desahogó como pudo.

Realmente debía avisar a alguien. Tenía que asegurarse de que la encontraría y si iba ella sola no era muy probable hacerlo. Incluso podría perderse.

Caminó hacia la casa tranquilamente, intentando calmarse. Pensó en quién confiar para decírselo; a sus padres no podía, ya que no les había siquiera presentado a Hanna y tendría que explicarles muchas cosas. Acarició la idea de contárselo a Clyde y Shannon pero antes de que se diera cuenta ya estaba en la cocina con Rosemary contándoselo todo.

Efímera mortalidad {Editando}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora