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El resto del día, se resume en clases y recreos en los que simplemente me quedo sentada.

Nathaniel no vuelve a aparecer, no vuelve a hablarme. De hecho, me ignora cuando le hago una seña de despedida, dándose media vuelta y corriendo lejos de mí.

No me sorprende, y menos me hace sentir mal. Supongo, dentro mía, que es su timidez extremadamente absurda la que lo frena o contiene de ser amistoso públicamente.

Bajo las escaleras con dificultad, tomada con una mano del barandal de estas, mientras suelto alguna que otra maldición por lo bajo. Me duele y no parece querer cesar en absoluto.

Mi pierna, de pronto, tiembla y me falla, haciéndome caer hacia adelante, sin ser capaz de sostenerme o detenerme de alguna forma.

Para cuando me doy cuenta, estoy hecha bolita a los pies de la escalinata, temblando y con aún más partes de mi cuerpo latiendo, palpitando con dolor. Suelto un quejido antes de que los alumnos se agrupen a mi alrededor, susurrando y murmurando cosas que soy incapaz de escuchar. Estoy demasiado mareada y aturdida para prestar atención.

Pronto, un par de brazos me ayuda a sentarme y tantean con cuidado mi oído, poco a poco, devolviéndole la sensibilidad, aturdiéndome momentáneamente. Aquellas manos, también me ayudan a levantar, sosteniendo mi peso muerto. Le escucho hablar, pero no puedo entenderle.

— Nathaniel — logro formular, mientras él me mueve entre los estudiantes y me recuesta a una pared, parándose frente a mí con una autoridad que me asusta.

— ¿Te encuentras bien? — pregunta y no sé si es por mi mareo o si enserio la voz del pelirrojo se agrava haciéndome estremecer.

— Estoy bien — murmuro, llevando una de mis manos a mi sien y haciendo presión, ya siendo capaz de enfocar con mis ojos y escuchando con claridad. Mi cabeza palpita y da alguna que otra vuelta, pero estoy de pie por mí misma y puedo hablarle. Entonces saco cuentas — Pensé que te habías ido.

— Estuve a punto, pero quería disculparme por ignorarte. Fue cruel de mi parte, ¿No es así? — sé que pregunta, pero es más para él que para mí, así que me retengo de responder — Pero cuando llegué, estabas en el suelo.

— Gracias por ayudarme, Nathaniel.

— P-Puedes llamarme Nath — susurra, pasando una de sus manos por su nuca y rascandola. Asiento rápidamente y luego le sonrío, siendo correspondida al instante.

Él vuelve a acercarse a mí cuando intento caminar, fracasando y doblando mi tobillo. Me sostiene y se ofrece a llevarme a casa, cosa que niego con efusividad; aunque soy fácilmente persuadida y termino casi literalmente colgada de sus hombros y dando saltitos para caminar.

Estoy lo suficientemente avergonzada como para no hablar en lo que queda del viaje. Él tampoco hace esfuerzo alguno por extinguir el silencio y solo soy capaz de escuchar su respiración y los autos de vez en cuando.

Doy una pequeña reverencia cuando por fin me deja en la puerta. Nuevamente, con amabilidad, se ofrece a llevarme adentro, pero me niego instantáneamente, pidiendo algo de independencia. Él solo se limita a sonreírme y a aceptar, alejándose de mí tras despedirse debidamente.

Sonrío mientras entro.

Tattoo ♡ NathanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora