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CAPÍTULO 5

𝐿𝐴𝐵𝑂𝑅𝐴𝑇𝑂𝑅𝐼𝑂 𝑁𝐴𝐶𝐼𝑂𝑁𝐴𝐿 𝐻𝐴𝑊𝐾𝐼𝑁𝑆, 𝐷𝐸𝑃𝐴𝑅𝑇𝐴𝑀𝐸𝑁𝑇𝑂 𝐷𝐸 𝐸𝑁𝐸𝑅𝐺𝐼𝐴 𝐷𝐸 𝐸𝐸.𝑈𝑈

Los cuatro autos llegaron al laboratorio estacionaron en la entrada principal donde el dueño de todo este experimento fallido quien estaba a cargo, los esperaba. El cielo seguía despejado, el sol brillaba en el otoño, y solo una pizca de brisa despeinaba un poco el blanco cabello del Doctor Brenner.

El Doctor Brenner era un tipo alto, de mediana edad a quien la falta de melanina le había dejado el cabello muy pálido. Llevaba un traje a pesar de estar en un laboratorio donde necesitaba protección y no un atuendo formal, pero para él ese no era el caso. Esperaba a los muchachos para que vieran lo que habían "logrado" y lo que no sabían era el mal que le habían hecho al pueblo.

Los hombres bajaron correctamente de sus autos con los maletines en manos y se dijeron a él. Parecían tan determinados que asustaban un poco a la vista, pero no a él porque él era exactamente igual a ellos, correcto y recto.

—Doctor Brenner —uno de ellos le estrecho la mano con una sonrisa entusiasmado por ver lo que tenían ahí dentro, lo que habían hecho y a lo que habían llegado.

Brenner los guió dentro de las instalaciones del departamento de energía donde el científico a cargo después de él los esperaba para darles las instrucciones antes de meterse en un lugar tan peligroso como el que habían dejado atrás.

El laboratorio se veía muy distinto a antes de que el experimento se hubiese llevado a cabo, todo estaba repleto de cortinas aislantes, se podían ver algunas manchas secas de sangre que todavía no habían podido llegar a limpiar por falta de tiempo, habían muchas cintas de ADVERTENCIA, PELIGRO, NO PASE, en todas partes e incluso carteles de prohibido el paso a muchas salas a sus alrededores que habían sido afectadas por el experimento.    

Sin embargo a ellos no les importo ver la sangre, ni saber que las muertes ocurridas dentro de esas instalaciones habían sido encubiertas por ellos mismos, por los científicos a cargo de esa masacre que había dejado ocurrir sin hacerse cargo de las consecuencias. A los familiares de los muertos les habían inventado mas historias que la realidad misma, un desastre total.

—Por aquí caballeros —los guió el tipo de bata blanca por el pasillo donde había mucha movilización, personas de muchos cargos, de varios sectores del departamento de energía tenían sus tareas y caminaban rápido por el largo pasillo de entrada—. Todo el pabellón este será evacuado en una hora, sellamos el área según el protocolo de cuarentena.

Los hombres con el Doctor Brenner y el científico a su lado guiándolos a la delantera, se abrieron paso por una cortina de plástico con cierre y unas etiquetas de advertencias radioactivas. Los guardias a los costados que vigilaban esta entrada, los dejaron pasar abriendo la cremallera de la cortina.

Dentro de la habitación los caballeros comenzaron a desvestirse de sus sacos y abrigos para cambiarse. Se pusieron unos trajes aislantes color blancos que los cubrían de pies a cabeza ajustado por un cinturón, unos guantes negros de goma flexibles que encintaron al traje para que nada pudiera llegar hasta ellos, ni la mínima partícula contaminante que pudiera infectarlos. Y por ultimo se pusieron las mascaras, unos cascos gigantes del mismo material del traje que aseguraron metiéndolo por dentro del cuello de este. Tenias un plástico visor que les permitía ver que era lo que tenían en frente a pesar de que la vista no fuese tan buena como la original.

Los cascos tenían un largo tuvo que desde el interior por el exterior se conectaba a una vía respiratoria que les permitía respirar oxigeno puro y no defectuoso como en el que se sumergirían en unos segundos. El tubo de plástico aislante estaba conectado al mismo cinturón que llevaban amarrado para que el traje se sostuviera en pie.

UN CLICHÉ MÁS ENTRE TÚ Y YO | STEVE HARRINGTON | Stranger Things Donde viven las historias. Descúbrelo ahora