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CAPÍTULO 22

𝐽𝑂𝑌𝐶𝐸 𝐵𝑌𝐸𝑅𝑆

Joyce Byers, una madre que desde que su hijo menor había desaparecido no dormía lo que debería, una madre desesperada por encontrar alguna señal de su hijo en alguna parte del pueblo de Hawkins, una madre que se la pasaba gritándole a la policía que hiciera algo, que se esforzaran por encontrar a su hijo, una madre que comenzaba a perder la cabeza, que cada vez su apariencia comenzaba a caer en picada, falta de comida, falta de sueño, falta de descanso, esas eran algunas de las causas de su aspecto.

Ella en aquel momento de la noche se encontraba sentada en un sillón en mitad del marco que dividía la cocina de la sala, su nuevo teléfono que le había exigido a su jefe que le diese del trabajo ahora se encontraba en su regazo. Esperando a que el teléfono volviese a sonar, se quedó completamente dormida, a tal punto que ni siquiera notó que su hijo mayor Jonathan no se encontraba en la casa.

No fue hasta que el timbre del teléfono sonó encima de ella que Joyce volvió a despertarse casi de un salto. Rápidamente lo tomó y lo llevó hacia su oido, sosteniéndolo con ambas manos casi aferradas con mucha fuerza al auricular esperó oír lo mismo que había oido aquel día, la respiración de su hijo.

—¿Hola? —del otro lado de la linea no oyó absolutamente nada, completamente impaciente se levantó del sillón casi clavando las uñas en el plástico del teléfono—. ¡Hola! —entonces volvió a oír aquel sonido tan horrible como de una película de terror—. ¿Quién es?, ¿Will? —Joyce comenzó a llorar al oír su respiración—. Will, soy yo... Háblame... Aquí estoy, solo dime... solo dime donde estas, cariño... te oigo... por favor...

De repente, las luces comenzaron a parpadear, la tensión comenzaba a bajar y a subir de una manera extraña. Pero Joyce estaba enfocada en su hijo del otro lado de la línea, le importaba una mierda que las lamparillas podrían explotar a su alrededor.

—¿Mamá?

Era la voz de Will, claro que era su voz y Joyce no pudo soportarlo que ahogó un llanto parecido a un chillido de emoción. No podía creerlo, tenía a su hijo del otro lado de la línea y aquello la desesperaba mucho mas.

—¡¡Will!! —gritó ella angustiada—. ¡Si soy yo!, ¡¡SOY YO!!, ¡¿dónde estas?!... ¡Háblame...!

Sin embargo, una descarga eléctrica a la altura de sus labios la obligó a arrojar el teléfono con fuerza al suelo. Joyce grito, aquello la había asustado mas que dolido, pero rápidamente recapacito en volver a buscar el teléfono cerca del sillón.

—¡No!, ¡no!, ¡no! —Joyce tomó el teléfono en sus manos y al igual que el anterior, este se encontraba quemado, negro en su auricular. De igual manera Joyce, continuó marcando intentando volver a comunicarse con su hijo—. ¡No!, ¡no!, ¡NO!

Joyce no consiguió nada y como respuesta arrojó el teléfono lejos de ella logrando casi romperlo por completo. En un ataque de rabia y llanto se llevó sus manos a hacia su rostro, luego golpeó el suelo y por fin cayó rendida contra la pared detrás de ella, lloraba casi en silencio, volvió a gritar, a golpear todo lo que se encontraba a su alrededor mientras que no se daba cuenta de como una de las luces del pasillo titilaba por su cuenta.

Entre sus lagrimas y angustia, Joyce levantó la mirada y se encontró con aquella luz defectuosa. La observó por unos segundos sin comprender que sucedía realmente, pero algo en su interior, como si fuese un instinto natural o tal vez materno, le decía que la siguiera, que siguiera aquella luz que subía y bajaba en tensión tan rápido casi cegándola. 

Joyce Byers se levantó del suelo con dificultad, se sentía derrotada, pero aquello era una nueva pista, necesitaba un poco de esperanza para seguirla. Joyce se dirigió al pasillo viendo la luz titilar.

UN CLICHÉ MÁS ENTRE TÚ Y YO | STEVE HARRINGTON | Stranger Things Donde viven las historias. Descúbrelo ahora