21

142 23 3
                                    

- ¡Que no quiero entiende carajo! -entre a mi habitación molesto azotando y cerrando la puerta con fuerza.

Tome lo que se encontraba en mi camino pateando y lanzándolo a cualquier lado de la habitación. Por qué carajo no entiende que no quiero ir al estúpido nutriólogo. Estoy bien.

Me recargue en la pared tratando de regularizar mi respiración y las náuseas que tenía, esto se vuelve cada vez más tedioso.

Mire mi teléfono a un lado de la cama que emitía las primeras señales de vida de hace semanas. Tome mi teléfono que mantenidas una llamada desconocida.

- ¿si? -dije contante.

-woow woow, tranquilízate. -rio. -que milagro que contestas, comenzaba a pensar que te raptaron o renunciaste, la verdad estaba súper preocupada y pues como no sé dónde vives ya no sabía que hacer exactamente...-colgué.

Mire el teléfono molesto. Lo que me faltaba que una loca me llamara. El teléfono comenzó a sonar de nuevo. Me queje frustrado.

- ¡por qué me cuelgas! –se quejó.

-quien habla. -

-no puede ser, soy yo niño bonito. -arque una ceja. -yo tu amiga. -hubo un silencio algo extraño. - ¿las chica de las bolsas? –intento.

La llama no duro mucho resulto que Emma se metió en un problema al no encontrarme. Por un momento se me había olvidado que tenía un compromiso con esa estúpida compañía. Salí de casa a los escasos minutos, cuando menos me di cuenta ya me encontraba subiendo las escaleras de la gran compañía. Encontré a Emma recargada en la entra de su oficina esperando con dos cafés en sus manos.

Transcurrió menos de una hora donde trataba de dar mis mejores argumentos y mostrar mis mejores expresiones.

- ¿es bueno ser diferente no...? -mire las pequeñas piezas de ajedrez que se encontraba bien acomodadas sobre el tablero, solo tratando de a analizar a qué se refería. -creo que cada quien tiene sus problemas. -poso su mano sobre la mía. -y es bueno contarlos... -no sé muy bien a qué se refería, estaba más que claro que mi cara no era la mejor, pero tan mal me veía.

Solo me atrevía a sonreí lo mejor que pude, ella solo cambio de tema, creo que entendió que lo mejor era esperar.

Me dispuse a hablar si no fuera que la puerta fue abierta por aquel chico de ropas negras.

-Joaquín es hora. -me levanté no sin antes despedirme de Emma.

Caminamos hasta lo que parecía un estudio más preparado; había un gran fondo de un bosque extenso de hojas marrones y amarillas, claramente demostrando el otoño. Diversas personas se encontraban haciendo su trabajo; arreglando y corriendo de un lado a otro.

-Joaquín... -se acercó Liz con una cara de satisfacción y enojo.

-Hol...

-no hables, Emma ya me ha dicho todo. -sonrió. -solo quería decirte que ahora serás asistente de Emilio y Aron. -me quedé perplejo ante lo que dijo. -no te preocupes lo conocerás en un momento. -se dio la vuelta y decidí seguirla. Sigo pensando cómo diablos me metí en esto.

Me detuve cuando ella me dijo que esperara, subió a lo que parecía una gran tarima con piedras y pasto, claramente demostrando el campo. Observé como se acercó a un chico de cabellos rubios; el mantenía una gran armadura que para mí gusto era algo exagerada. Desvíe mi mirada cuando ambos me miraron y le comentaba a hablar quién sabe qué cosa.

- ¡Joaquín! -pegue un brincó cuando fui llamado por Liz.

Intenté subir lo más tranquilo y profesional posible. Si no hubieran sido por las estúpidas piedras no estaría ahora en el suelo maldiciendo por lo estúpido que fui.

Notas del destino (Emiliaco) #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora