05 | Llegada al colegio

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❝Arrival at school❞

❝Arrival at school❞

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Recordaba la primera vez que leí sobre Harry Potter como si fuera ayer mismo... No, no había sido ayer, solo para aclarar.

Uno de los tantos años escolares en Hogwarts casi finalizaba, estábamos en mayo y el calor era tan insoportable que prefería pasar las tardes dentro del castillo para evitar morir asada como un pollo. Tenía poca edad, papá me dijo que menos de cinco años, lo que me convertía en una niña prodigio al saber leer y escribir (con un montón de errores que te dejaban ciego) a esa edad; aunque, claro, yo siempre he destacado en todo.

Apenas comenzaba a leer fluidamente, por lo que pasaba más tiempo en la biblioteca que en otro lugar del castillo, de modo que tarde o temprano terminé encontrándome con el libro de Historia de la magia moderna en una de las infinitas estanterías. Lo leí en pocos días y pronto aprendí sobre la Guerra Mágica, conociendo así al famoso Harry Potter, quien con tan solo un año de edad venció a Quien-no-debe-ser-nombrado, el mago más tenebroso de todos los tiempos. Nunca entendí cómo lo había hecho, pero me aseguraba a mí misma que el niño debía ser más poderoso que cualquier otra persona, incluso a esa edad.

Había quedado fascinada por su historia y lo admiraba tan profundamente que, un día, según la explicación que papá me había dado, me colé a las cocinas y tomé un cuchillo. Obviamente, era tan inteligente que me marqué la misma cicatriz de Harry Potter en un lugar que nadie pudiera darse cuenta: debajo de mi clavícula izquierda. Por lo tanto, he pasado los últimos cinco años con una curiosa cicatriz en forma de rayo en mi pecho y una vergonzosa admiración hacia Harry Potter.

Sumida en mis pensamientos, encontré el compartimiento donde Percy había dejado mi baúl y la jaula de Tina sobre el asiento vacío. Delante se encontraban Angelina Johnson, Alicia Spinnet y Lee Jordan, tres de los mejores amigos de los gemelos a los que les agradaba, pero no eran tan cercanos a mí porque seguían dudando de mi lealtad por ser hija del profesor de Pociones.

—Hola —les saludé. Los tres me saludaron vagamente y volvieron a su trabajo de observar el interior de una caja con suma atención—. ¿Qué llevan ahí?

—¡Una tarántula! —exclamó Angelina, mirándome un segundo.

—Me la compraron mis papás por mi cumpleaños, cuando salimos el año pasado —me explicó Lee Jordan, quien rápidamente miró la jaula de Tina que había movido hacia mi regazo—. ¿Y eso?

—También recibí un regalo de cumpleaños —dije. Las dos chicas dejaron de mirar la tarántula y observaron la jaula.

Como Tina estaba cubierta por un trapo, se lo quité de encima y los tres abrieron los ojos, maravillados.

Adelaide SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora