Ser la hija del profesor de Pociones tenía sus ventajas y desventajas; pero, cuando el niño que vivió, aquel que venció a Quien-no-debe-ser-nombrado, llega al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, parece que solo existen desventajas en la vida de...
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Los pasillos estaban oscuros y solitarios; sólo se podían oír los murmullos que provenían del Gran Comedor, donde todos los estudiantes que se habían quedado durante las vacaciones celebraban el Año Nuevo. Me había escabullido, como sucedió el día anterior a Navidad, pero esta vez tenía a Fred y a George a mi lado, quienes me guiaban a un lugar sorpresa para terminar de compensar todo el tiempo que no nos hablamos.
—En mi defensa —les dije, después de explicarles lo que había escuchado el día de Halloween, cuando nuestra amistad comenzó a irse en picada—, los argumentos de esos chicos eran muy creíbles, y cualquier persona que no nos conociera bien pensaría que son verdad.
—Sí, pero ¿por qué pensaste tú que esos rumores eran reales? —me preguntó Fred.
Hice una mueca. En realidad, no estaba segura de por qué lo había creído.
—No lo sé —confesé. Giramos un pasillo y seguimos subiendo las infinitas escaleras—, pero eso ya no importa, ¿no? Ahora todos sabemos que ustedes nunca me traicionarían.
—Así es —contestó George, pasando su brazo por encima de mis hombros—, porque no podrías pasar dos horas sin nuestra compañía.
—¿Perdón?
—George tiene razón —dijo Fred—. Nos necesitas.
—¡Pff! ¡Pasé dos meses sin ustedes! Soy completamente independiente.
Y, por supuesto, como el universo suele hacerme malas jugadas para dejarme en ridículo, terminé tropezándome al no ver el último escalón y casi me caigo de boca; pero George me sostuvo y Fred puso sus brazos adelante, por si su hermano no lograba ayudarme a tiempo.
—¿Decías? —cuestionó Fred, alzando una ceja.
Entorné los ojos y me libré del agarre de George.
—¡El último que llegue es Filch! —exclamó él, comenzando a correr escaleras arriba, por lo que Fred y yo lo comenzamos a seguir.
Mi abuela 2.0 nos arrancaría la cabeza si llegase a enterarse de lo que hacíamos, pero, en aquellos momentos, ella disfrutaba del Festín de Año Nuevo en el Gran Comedor, así que no me importaba lo que pensara ella. Corría por las escaleras, increíblemente más ágil que los últimos minutos, y logré llegar a la Torre de Astronomía justo después que George. Esperamos a que Fred llegara, pero pronto escuchamos la voz de Filch aparecerse en alguno de los pasillos cercanos.
—¡Atrapó a Fred! —exclamó George en voz baja, riéndose.
—¡Soldado caído! Debemos regresar por él —le dije, usando el mismo tono de voz.
