Pasado

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La vida de Peggy Carter no había sido fácil.

Siempre fue una mujer aguerrida, aferrada, valiente y calculadora. Margaret era lo que en esa época no era bien visto.

Hizo amistad con Howard, conoció a su esposa y a su pequeño, ese niño que se convertiría en su tesoro.

Cuando conoció a Daniel, planearon una vida juntos, hijos, felicidad... Su muerte fue una tragedia para ella. Sintió que su mundo se hundía, que ella caía cada vez más.

Pero unos inocentes ojos oscuros fueron su salvación. Anthony lo era todo para ella.

Tony, había hecho un gran cambio en su vida; se volvió su sobrino consentido, era ella la que lo consolaba cuando Howard lo ignoraba, era ella la que siempre le daba una navidad decente, era ella la que asistía a la escuela en sus juntas, era ella la que curaba sus heridas, era ella la que se encargaba de él cuando llegaba borracho y llorando, era ella la que siempre respondía por él. Prácticamente fue ella su segunda madre.

Ahora, fuera de su vida personal, en su vida laboral, las cosas no eran iguales. SHIELD, la agencia que había construido con Stark, la hacía a un lado, tomando más en cuenta la palabra del millonario.

Ella seguía siendo sólo una mujer, y no la soldado que salió del ejército como la mejor.

—Howard...

—No tengo tiempo, Peggy. —Y como siempre, se quedaba viendo la espalda de Howard, siempre detrás de él.

Sus planes no eran los mismos.

Así, en contra de todos sus ideales, se unió a Hydra. Ahí era respetada, era autoridad. Hydra seguía sus órdenes confiando en sus conocimientos, sin ponerlos en duda. Encontró el lugar al que permanecía.

—¡Estás loca Margaret! —Howard la había descubierto.

—Hydra no es como lo pintan. Howard, está es una gran oportunidad. Tú y yo juntos.

Pero como era de esperar, vio la incredulidad en la mirada del castaño. Él no creía en ella, él no la veía como una estratega.

Sus caminos se separaron, pero jamás los de Tony y ella. Su pequeño castaño la seguía buscando; después de todo, ella le prestaba más a tención que sus padres.

Anthony siempre se refugio en su aura maternal.

—No le interesó a Howard. —Le había dicho una vez el adolescente—. Está más entretenido en buscar a un tipo que ni siquiera sabe si está vivo.

Peggy lo recordaba. El gran valeroso Capitán América.

Eran historias que solían contarles en el ejército. Howard las creyó, ella no; sin embargo, ahora podría intentar.

Ordenó a Hydra buscar por todo el Antártico. Día tras día, sus hombres no se daban por vencidos. Era una competencia entre SHIELD y ellos.

Entonces, luego de meses buscando algún rastro, perdiendo la esperanza y convenciendose de que eso había sido una tontería, lo encontraron.

Era real.

Peggy había encontrado a Steven Grant Rogers.

Lo recuerda temblando, no del frío aunque fuera irónico, más bien, de miedo a lo desconocido. Nada de ahí era familiar para el cerebro confundido del rubio.

—Mi nombre es Margaret Carter, Capitán. —Se mostró segura enfrente del alterado hombre—. Bienvenido a Hydra.

Ese fue el inicio de todo.

Steve golpeaba con fuerza el saco de boxeo

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Steve golpeaba con fuerza el saco de boxeo. Era cuestión de segundos para que esté saliera volando, como los 5 en la esquina, junto a su escudo.

Toda su adrenalina iba en cada puñetazo.

Recordar el cuerpo de Anthony, era un deleite personal.

Sonrió ante sus recuerdos. Ahora sólo era cuestión de tiempo. Pronto, Stark vendría buscándolo, rogando por él. Estaba completamente seguro.

El saco salió volando tal como supuso. Respiró largo. Aun no sentía el cansancio en su cuerpo.

—¿Te diviertes? —La voz femenina paró todo acto.

Rogers miró a la mujer a sus espaldas.

—Pensé que no tendría el privilegio de verte otra vez, Peggy.

Margaret, siempre elegante y con los labios completamente rojos, le regaló una sonrisa.

El resonar de sus tacones hacían eco en el lugar, sus ojos se paseaban por todo el gimnasio y sus manos se mantenían en la espalda. Toda una dama.

—Sabes que no abandono a mis amigos.

El rubio no la perdía de vista.

En una antaño, había sentido una simple y pasajera atracción por ella, pero, así como se lo planteó, así lo deshecho. Margaret no era para él, ni él para Margaret.

—Es todo un honor escuchar eso.

Castaño contra azul. Ambos mantenían una mirada sería, autoritaria, sin temor alguno.

Peggy sonrió con nostalgia. Tan diferente de cuando lo encontró.

—Steve... —La mujer rodeo al soldado—, escuché que Víctor von Doom fue asesinado.

—Así fue.

—Fuiste tú. —Y no, no era pregunta.

Steve no lo negó.

Tanto ella como el Capitán quedaron en silencio.

El lugar se llenaba de un ambiente tenso, pesado, incómodo.

—¿Acaso eres mercenario? —Preguntó en broma Carter.

—Mi interés no tiene nada que ver con lo monetario.

Y Peggy no necesito saber más.

Unió las piezas; Tony, marcas (porque claro que las notó) y Steve. Todo encajaba.

Sin decir más, saco el arma y le disparó al rubio.

LimerenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora