Trampa

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La culpabilidad lo había mantenido ansioso todo el día.

Sentía su corazón desbocado, el cuerpo tembloroso y débil, además del incesante cargo de conciencia. "¿De verdad lo hiciste?" Temía contestar esa pregunta.

Cerró los ojos y negó. Él no tenía la culpa, él... Sólo hizo lo que se tenía que hacer. Víctor fue el culpable de todo esto... Jadeo ante lo ridículo que era su excusa.

Al momento de suspirar, le dolió el pecho.

El miedo lo carcomía.

—¿Tony? —Desde la gran puerta, Pepper se asomaba— ¿Te encuentras bien?

Anthony negó con fuerza.

—¿Qué si estoy bien? —La pelirroja dejó la puerta, para ir con él—. Contratamos a hombres de Hydra para...

—No pienses en ello. —Virginia lo abrazo, con un cariño casi maternal—. Deja de torturarte.

Pero Stark no podía.

—Pepper...

—Te orilló a hacerlo. —La mujer no dejaba de consolarlo—. No es tu culpa.

Tony era consciente de los sentimientos de su mejor amiga, pero no podía corresponder a ellos, y eso es lo que más le dolía.

Virginia Potts era una mujer maravillosa, fantástica en realidad, era trabajadora, inteligente, independiente y astuta, además de su mano derecha.

—Gracias por estar a mi lado. —Stark le sonrió en medio de todo ese caos. La pelirroja le devolvió el gesto.

Pepper era estupenda... De verdad que lo era y merecía lo mejor.

Lo que quedaba del día, Anthony evito ver la televisión. No quería encontrarse con las noticias y que estás anunciarán la muerte de von Doom.

Mucho menos que su nombre estuviera involucrado.

—Jarvis, pon algo de música.

—"Si señor".

Lo único que podía hacer en esos momentos, era trabajar en sus invenciones; eso siempre funcionaba.

Ignoró al mundo entero y comenzó a bailar al ritmo de AC/DC shoot to thrill.

Sus manos se movían como si tuvieran mente propia y supieran lo que tenían que hacer. Tony disfrutaba de la sensación del metal en sus dedos, del sonido de la música y el martillo haciendo coro.

Adoraba su profesión.

—"Señor, piden autorización para entrar la taller". —Escuchó a su I.A, suspendiendo todo el ruido por el que era rodeado.

—¿Quién?

—Buenas tardes, señor Stark.

El cuerpo del genio se paralizó, dejó caer las herramientas y, posiblemente, dejó de respirar.

—¿Cómo entró? —Preguntó al fin, encontrando su voz.

—Secretos del oficio. —La voz del Capitán Rogers acarició cada músculo, fibra y piel. Era seductora, varonil, incluso adictiva.

Los pasos del soldado se escuchaban cada vez más cerca. A los segundos, lo sintió detrás de su espalda.

Su pecho subía y baja con exageración, y eso le daba cierto gusto al sujeto detrás suyo.

—¿Asustado? —Susurró en su oído.

Anthony tragó con fuerza.

—¿Por qué lo estaría? —Con valentía fingida, dió la vuelta, dispuesto a enfrentarlo. Cuando estuvieron frente a frente, los centímetros demás, parecían metros para el castaño.

Aun así no se dejó intimidar.

Vio la sonrisa torcida del rubio—. Me alegra escuchar eso, Señor Stark. —Steve lo miro directamente a los ojos—. Tengo noticias para usted.

Tony no necesito preguntar, sabía lo que diría.

Por su parte, Rogers entendió. Era mejor dejar las cosas así, al parecer, Anthony estaba bastante sensible sobre el tema. Así que haciéndose el desentendido, paso del castaño y observó el taller.

—¿Éste es su santuario?

—¿Cómo sabe eso?

—Es de mala educación responder una pregunta con otra. —Los ojos de Steve eran idénticos a los de un lobo, acechando a su presa.

—¿Qué es lo que quiere? —Preguntó el genio una vez más, harto de tanto misterio.

Rogers vio los planos en la mesa, a Babas en la esquina y después a él.

—Vengo por mi paga.

A una rapidez sorprendente, Tony ya lo tenía enfrente de él.

Su sonrisa no predecía nada bueno.

Sintió sus dedos acariciar su mejilla derecha, recorrer su barba y pararse en su barbilla. Los azules ojos no se despegaban de sus labios.

—Recuerde que no puede negarse. —Dijo muy cerca de sus labios.

Anthony se sentía envuelto en toda esa masculinidad.

—¿Qué es lo que quiere?

—Que grites mi nombre.

LimerenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora