Cuando quieres hasta morir tienes que acabar suicidándote o dejar que te asesinen. Porque somos prisioneros de una palabra, de un sentimiento confuso, de una mentira o de una parte mínima de verdad.
Nos encadenamos al amor como presos viles buscando hacer el mal. Nos agarramos a otra persona y nos soltamos a nosotros (dejándonos así caer a un vacío infernal o a una deriva infinita). Nos unimos a alguien más sin habernos acabado a nosotros siquiera.