sirenas

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A veces voy a la playa. Me siento y veo cómo el mar besa la arena. A veces dulcemente y otras agresivo. Las piedras de la cala se excitan cuando el agua salada las saluda, y es entonces cuando una sirena, desnuda, comienza a cantar.
Siempre que lo hace los marineros mueren de uno en uno, pero antes de caer al suelo húmedo esbozan sonrisas de tranquilidad.
Tampoco lo entiendo.
No volverán a ver a sus amadas si las tienen, a beber en la taberna de su ciudad, a nadar con sus hijos.
Y la sirena entristece, tampoco lo entiendo con lo bonito que canta.
Aunque dicen que nadie puede escucharla por segunda vez. Será eso. Será que nadie vivió para felicitarla, porque todos fallecen sin distinción.

Hasta que un día un marinero a bordo de un barco un poco a la deriva la observó en la distancia mientras salía del agua.
Un barco mayor se hundió al completo.
La sirena triste volvió donde la embarcación menor dispuesta a entonar nuevas notas.
El marinero viendo qué había sucedido se asustó. Pero nada ocurrió.
La sirena sorprendida al ver que el hombre se mantenía con vida le preguntó qué le pareció su actuación tras terminarla. Pero no obtuvo respuesta.
"No puedo escucharte. Soy sordo", la sirena triste, cogió las manos del marinero y las colocó en su garganta. Estaba temblando. Comenzó a cantar.

Se hundió el barco y el mar volvió a besar la orilla.

No tienes los cojones de leerme ebrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora