Me gustan tus lunares cuando hablan de mí.
Me flipa que me beses y me sientes en la encimera de la cocina cuando ambos estamos a mil.
Me gusta que me desordenes,
que me invites a ginebra,
que me despeines,
me gusta que me muerdas el cuello,
que me digas que te encanta cuando te abrazo.
Me flipa que te quedes y me hagas un café. O dos.
Me encanta que te sientes medio desnudo en la terraza y con el pelo aún mojado,
que me llames desde allí y yo vaya,
que lluevan estrellas y que tú seas mi deseo.
Me gusta acompañarlo todo con alcohol, con besos, con sexo. Me gusta verte a mi lado por las mañanas,
ver cómo caminas descalzo durante la tarde y cómo gritas cuando no queda agua caliente en la ducha al anochecer.
Me gustaste tanto que te fotografié cuando dormías, cuando te fumaste tu primer pitillo en mi casa, cuando dijiste que siempre escribía sobre lo mismo, cuando me enseñaste a rimar arte con desastre, y a besarte más y más fuerte porque nunca es tarde.
