Ella escribía porque quería salir de esa cárcel a la que todos llamaban 'ética y moral'. Grabando uno a uno con lápiz cada deseo que no podía hacer realidad por temor a ser castigada por la temible sociedad que emborronaba su letra.
Pero no se daba cuenta de que con cada carácter nuevo que dibujaba en el papel se iba adentrando en una celda más oscura a la anterior. Hasta que al final, se le cayó el edificio entero encima. Con sus cartas. Con sus normas. Con todo lo socialmente correcto. Con todas las mentiras que tuvo que seguir manteniendo por fallarse a sí.