Yo hablaba de días calurosos que él odiaba, y los rechazaba con su frío.
Me gustaba mirarle en silencio cuando su risa era la única música que sonaba en la sala. Y yo no tenía ni idea de cómo se bailaba...
Siempre volaba alto y firme, pero a mí me gustaba ir a ras del suelo, haciendo mil eses por el camino incorrecto.
Aunque ambos éramos el humo de los cigarros cuando había problemas; y nos esfumábamos.
Yo era el negro y él... si te digo la verdad no sé qué color tenía.
No cantaba, ni gritaba, no obstante, yo pasaba los días enteros tarareando o intentando entonar mis canciones favoritas a voces.
Pero quién sabe.
Quizá podría aprender a congelarme, a bailar, a volar algo más arriba y recto, a elegir mejor mis caminos, a dejar de ser humo, empezar a ser gris o hablar más flojito si te vienes.
Dime si quieres.