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Jin Liwei cerró los ojos, tratando de controlar su exasperación.

-Bien ―siseó entre dientes― Busca el contenido de tu corazón, pero ¿puedes darte prisa? Me estás matando aquí, bebé.

Se concentró en acariciarse a sí mismo, tratando de mantener su erección.

-Lo siento ―Iris se mordió el labio inferior, sintiéndose un poco culpable.

Pero su curiosidad debe ser satisfecha lo antes posible o no estaría en paz.

-Seré rápido, lo prometo, y luego te lo devolveré, ¿de acuerdo?

Él solo asintió.

Sus dedos volaron sobre el teclado, de hecho, ella fue rápida como lo prometió.

En un minuto, encontró la información que estaba buscando.

-Oh, tienes razón, eres más grande que el promedio, pero solo entre los asiáticos orientales... hmm...

Murmuró algunos conjuntos de números.

Complacido, sonrió con aire de suficiencia.

-Te lo dije. ¿ya terminaste?

-Si.

-Bien ―agarró la maldita computadora portátil, la cerró y la colocó sobre la mesita de noche― Ahora es tiempo de recuperación.

Se puso rígida, comenzando a sentirse nerviosa, pero ella se armó de valor.

-Bien.

-Quítate la bata ―ordenó.

Ella dudó pero siguió obedeciendo, retirándolo de su cuerpo y luego tirándolo al suelo.

Distraído, se inclinó y atrapó un pecho en su boca, haciéndola gemir. Después de unos momentos, él levantó la cabeza y besó su boca antes de enderezarse.

-Siéntate frente a mí. Bien, ahora observa ―se acarició de abajo hacia arriba y luego volvió a bajar una y otra vez.

Ella tragó pero observó sus acciones con atención.

-Tu turno ―susurró― dame tu mano.

Cuando sus dedos se cerraron alrededor de él, su mano tembló y casi la soltó, pero su mano se cerró sobre la de ella, evitando que escapara, luego comenzó a guiarla sobre cómo complacerlo.

Jadeó y cerró los ojos, gimiendo e incluso moviendo sus caderas un poco al ritmo de sus golpes.

Ella se sorprendió de lo caliente, suave y duro que él se sintió en su mano.

Él agarró su cabeza y la besó apasionadamente como un hombre sediento tragando agua después de días de reseca.

Ella gimió.

-No pares ―gruñó― Más apretado, bebé. Sí. Así.

Abrió mucho los ojos y lo miró sorprendida.

-Se puso más duro. ¿Qué tan duro puedes ser?

Estaba respirando pesadamente.

-No lo sé, bebé, lo descubriremos juntos.

-Oh.

Tal vez esto podría ser un sujeto potencial del experimento, midiendo lo difícil que podría ser dependiendo de las acciones que ella realizara sobre él... hmm... ella tendría que pensar más sobre esto.

-Bebé más rápido.

-Bien.

Finalmente, se puso rígido y luego gimió ruidosamente, rociándolos sobre los dos y sobre las sábanas.

H. G. W. I. A S. |1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora