Ya han pasado 2 años desde que Mohamed se convirtió en el Sanjak-bey de Manisa y sus habitantes estaban muy contentos con el joven principe ya que hacía un muy buen trabajo en gobernar la provincia, además de que era justo con sus habitantes, claro, con algo de ayuda del juez Musa Huseyin Efendi.
También, en esos 2 años iba a visitar a Hadassa, con menos frecuencia que antes, pero se quedaba por un poco más de tiempo.
Fatma le mandaba concubinas a su hijo cada dos noches, pero estas no eran ni tocadas por el Şehzade y eso a su madre le preocupaba bastante, porque en él estaba el futuro de la dinastía y si no tenia descendencia, no podría continuar con el linaje.
-hijo ¿Por qué no has pasado la noche con alguna de las muchachas que te he mandado?- le pregunta Fatma a Mohamed
-aún no estoy interesado en convertirme en padre- responde Mohamed -prefiero consentrarme en los asuntos de la provincia-
-pero Mohamed, si no tienes descendencia pronto, la dinastía Otomana llegaría a su fin contigo-
-claro que no, quedarían mi tío Alí Shakir Paşha y su hijo Lüfti-
-sí, pero no confío en ellos (en especial en tu tío) para que gobiernen el imperio-
-¿Cómo puedes decir eso? Mi tío ha hecho un gran trabajo como gran visir-
-tal vez ahora, pero si alcanza a llegar al trono, no lo sea tanto-
-aún así, no me harás cambiar de opinión-
Después de la conversación con su hijo, Fatma seguía enviándole concubinas y Mohamed seguía rechazandolas.
La sultana llegó hasta un punto en el que ya no aguantó más la actitud del Şehzade que decidió enfrentarlo y decirle una vez mas que tenía que ser padre para preservar la dinastía.
-ağas, necesito hablar con mi hijo, déjenme pasar- le ordenó Fatma a los guardias que cuidaban la entrada de los aposentos de Mohamed
-lo lamento sultana, el príncipe está ocupado y nos ordenó que nadie entrara a sus aposentos- dijo uno de los ağas
-ni siquiera usted sultana- dijo el otro ağa
-no me importa, entraré de todos modos- dicho y hecho, entró a la fuerza a la habitación y cerró la puerta antes de que los ağas trataran de sacarla. Vió una varilla de metal y la puso en las manijas de la puerta -ya basta ağas- siente que dejan de insistir -gracias a Alá- se voltea para hablar con Mohamed, pero al hacerlo no lo vé por ningún lado
Ella comienza a entrar en pánico y estuvo a punto de abrir la puerta y decirles a los guardias que el Şehzade de la corona había desaparecido, pero descartó de inmediato esa idea debido a una corazonada que acababa de tener.