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Trigger Warning: Desorden alimenticio, dismorfia corporal. 

Habían pasado exactamente cuatro días desde que salió con Mikoto y quedaron en que se reunirían el sábado, cuando el chico tenía sólo medio turno de día y así Mikoto no ocuparía su día de descanso para cocinar

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Habían pasado exactamente cuatro días desde que salió con Mikoto y quedaron en que se reunirían el sábado, cuando el chico tenía sólo medio turno de día y así Mikoto no ocuparía su día de descanso para cocinar. Por supuesto, este insistió en que no le molestaba hacerlo el domingo, pero, Mars sabía que estaba delante de una persona que se agobiaba por casi todo y no pretendía tenerlo nervioso un domingo.

—El sábado está bien, también tengo medio turno en la mañana, así que estará perfecto para la hora de la salida —insistió y al final Mikoto aceptó para complacerlo. Después de llegar a su casa, se dijo a si mismo que en realidad era buena idea porque siempre terminaba muy cansado y celebró internamente el hecho de tener veinticuatro horas para dormir sin parar.

Por supuesto, este pensamiento se lo guardó por completo.

"¿Ya casi sales? Yo ya estoy tomando un taxi ¿Mañana a qué hora nos vemos?"

Era viernes y Mikoto había mantenido constantes sus mensajes a Mars, a veces poniéndose exageradamente hablador, alentado de manera inconsciente por el hecho que el hombre aun no lo hubiera mandado a callar. Ahora pasaba todo el tiempo escribiéndole, mientras sus dedos picaban por abrir el chat de Harry de manera ocasional.

Su ex era una persona muy seria y como trabajaba mucho, casi no tenía tiempo para responderle, Mikoto hacía lo posible por mantener el contacto, le contaba su día porque no podían verse diario, le hablaba sobre los detalles pequeños que pensaba que eran importantes. Harry nunca se quejó, pero tampoco lo alentaba. Ahora se daba cuenta que era muy lindo y también un poco extraño, tener a alguien que contestara sus mensajes casi con la misma frecuencia con la que él los enviaba.

"Estoy por salir, compré un montón de cosas".




Emilia llevaba unos pocos meses trabajando en la compañía y había hecho buenas migas con casi todo el mundo excepto con su jefe. Ella recordaba que cuando lo vio por primera, pensó que se había sacado la lotería, pues no solo estaba en un departamento dónde había mucha gente para el poco trabajo que realmente se hacía, sino que también podía pasar sus ratos libres mirando a un hombre sexy, oculta detrás de las pilas de papeles sin que nadie le dijera nada.

Por supuesto, en alguna ocasión pensó que podría intentar ligar con él. Las historias de jefe y empleada eran las más populares y nunca pasaban de moda, pero después de un rato perdió el interés. Dos chicas de su grupo de amigas habían salido con él y la cosa no terminó bien, además, parecía que los hombres también podían competir por aquel increíble partido.

Era demasiado trabajo para una tarea que probablemente no sería recompensada.

Sin embargo, el hombre siempre estaba rodeado de historias interesantes, llenas de drama. Eso sí que le interesaba, además, seguía siendo muy apuesto, de modo que no dejó de observarlo hasta que unas semanas atrás, se dio cuenta de la forma en la que el hombre había cambiado de manera su comportamiento.

El instante más hermoso de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora